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Análisis e Interpretación

Asaltos a las Fronteras de Ceuta y Melilla

Asaltos a las Fronteras de Ceuta y Melilla En el momento de escribir esto estoy viendo el documental de Telecinco. Las noticias de asaltos masivos a las fronteras de Ceuta y Melilla me han dejado pasmado como a todo hijo de vecina, y he de decir que he oído de todo: Que si deberían dispararles, que si hay que enviar más tropas, que si no hay que enviar a nadie y dejarles pasar… hace un décadas Jacques Cousteau dijo que la pobreza en África, Latinoamérica y Extremo Oriente hará que veamos el mayor genocidio de la historia. No sé si el viejo oceanógrafo se refería exactamente a esto o sólo a la muerte por inanición de millones de personas, pero está claro, chicas y chicos que ya está aquí. Cuando digo que he oído de todo no me refiero sólo a los comentarios durante el desayuno o el aperitivo de los parroquianos: Deberíais echar un vistazo a la página de Pérez Reverte, no es precisamente un facha, ni mucho menos, pero encontrar una solución a esto no es tarea de un día.

Denunciar el tratado que prohíbe las minas antipersonal, parece una fácil solución disuasoria, pero bastante costó que se aceptase, y los únicos países que se negaron a firmarlo esgrimían razones de seguridad fronteriza o de sus tropas expedicionarias (lo que provocó que el estado que se encontraba al otro lado de la línea también se negase a firmar), y no he de recalcar el terrible efecto que provocan esas armas pensadas más para crear mutilados que para otra cosa. Una pequeña cantidad de explosivo crea un mayor gasto al contrincante que una carga letal, por no hablar del desgaste que sufrirá su gobierno a la larga, obligado a mantener a veteranos mutilados incapacitados para trabajar la vida civil y en la militar.

Además no hablamos de un ejército invasor, sino de grandes grupos de emigrantes ilegales que huyen de la miseria y el hambre. De estar en su lugar, como ha dicho hoy el Ciego durante el desayuno (ver Me Cago en Mi Vida), muchos haríamos lo mismo. Esta idea clara choca con la necesidad de detener estas avalanchas humanas para asegurar la estabilidad en las comunidades autónomas más afectadas (Andalucía, Canarias, Ceuta y Melilla)... al fin y al cabo una frontera debe ser impermeable, las vallas y alambradas significan algo.

Liarse a tiros con desarrapados que huyen de la miseria tampoco es solución, como tampoco lo es que el Alcalde/Presidente Autonómico de Melilla aparezca en televisión quejándose de que los cargadores de nuestras tropas que patrullan la frontera estén vacíos. Ese comentario puede haber acabado con el efecto disuasorio del despliegue; por no hablar de las críticas que se están llevando los militares y los guardias civiles que, digo yo, estarán hasta las narices de patearse el perímetro fronterizo, de encontrarse ante un tsunami humano o, como el otro día, que les tiren piedras y les muerdan (caramba con los caníbales…).

Lo más curioso del documental no ha sido la frase “¡Negro! ¡Tira pa’trás o te pego con esto en la cabeza!”, sino un subsahariano que se quejaba de que le trataban como un animal. Es cierto que tras ser apaleado y pisoteado a uno le entra un ataque de indignación que no te menees, pero su expresión “Algún día la nación africana se levantará, algún día rendiréis tributo…” no inspira mucha confianza… ¡Lo que inspira es miedo!, son ganas de que le hayan devuelto con prisas, no sea que nos monte una célula radical o algo peor. Pese a las ganas de que ese chico anónimo (un tal Nelson que parecía haber ensayado su discurso… lo que hace la presencia de una cámara de televisión) fuese catapultado de vuelta al Gurugú (más por miedo a que encabezase el despertar de la nación africana que a otra cosa), y habiéndome quedado claro que estaba más cabreado con los “Alís” (los soldados marroquíes) que con nosotros los blanquitos, mi impresión es que hablaba como esos zumbados de Al Qaeda, ya sabéis, con la mala uva de alguien que llama a la guerra santa… Qué diferencia, con las imágenes de buen rollo del campamento, cuando uno cocinaba, otro hacía ejercicio y reunidos en corro se ponían a rimar una especie de Rap sobre llegar a Melilla.

Particularmente me afecta este tema porque, geográficamente, yo también soy africano (Gran Canaria no es una de las Islas Feroe), pero también por haber vivido en una ciudad en la que cientos o miles de inmigrantes africanos esperaban y esperaban… y lo curioso es que no esperaban nada. Ya no podían estar en el centro de acogida, y no podían ser expulsados dado que no quedaba claro cuál era su país de origen, así que vivían de la comida y las medicinas de la Cruz Roja y las ONGs en el Parque de Santa Catalina, justo a dos pasos de donde Herr Fritz y Frau Heder (los típicos turistas alemanes) se hinchaban a birra disfrutando de sus soleadas vacaciones… y esas cervezas eran las lentejas (hablando mal y pronto) de los cientos de miles de habitantes de Gran Canaria, que viven principalmente del turismo, un turismo que no quería volver, porque se habían espantado de ver a tanta gente malviviendo en un parque.

No es que les odie, pero resulta horripilante descubrir que gente que viene a buscarse la vida no sólo no soluciona su problema, sino que te busca uno a ti. La solución no era en absoluto satisfactoria para todos (como suele ocurrir): Billete de avión hacia Madrid, Murcia, Andalucía o cualquier otro lugar con más espacio, y nuestro mismo problema que nosotros (Los vuelos de la vergüenza, lo llamaban). Cuando no lo hizo el Ayuntamiento lo hizo la Cámara de Comercio “No es nada personal, hermano –dirían- tan sólo es que nos espantas a la clientela y nosotros comemos de esto”.

Mis conclusiones no aclaran las dudas que me genera esta crisis: No se trata de un efecto llamada, porque queda claro que los que logren pasar tienen pocas posibilidades de ser legalizados a corto o medio plazo; y no se puede utilizar el ejército para tapar la entrada de inmigrantes por otras zonas (los que vienen por los pirineos deben ser detenidos en Austria, Eslovenia u ot´ro estado comunitario de Europa Central, y por lo que toca a los latinoamericanos, llegan a través de Barajas con un visado de turista para tres meses, que agotan y luego olvidan). Volviendo a las fronteras de Ceuta y Melilla, no creo que un muro de hormigón pueda detenerles, quizá el uso de material antidisturbios, como gas lacrimógeno (las cargas de CS de uso militar están más concentradas que las de la policía) y la infiltración de agentes en ls grupos de inmigrantes clandestinos cuando están en Marruecos (el documental de ayer indicaba que se agruaban por nacionalidad) pueda ser solución, pero todo apunta a algún tipo de acuerdo con sus países de origen, salvo que, Dios no lo quiera, la UE llegue a un trato con algún dictadorzuelo tipo Gadaffi para que los acoja a cambio de algo.

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