LAS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DEL 11-M
Para la elaboración e este artículo colaboró mi compañero y amigo Pedro Capilla, experto en asuntos económicos.
Nada más producirse los atentados se pudieron observar los primeros efectos en la economía, no sólo en la española, también en la mundial. En Madrid los comercios se quedaban vacíos, la actividad cotidiana había quedado paralizada y, toda la atención la captaban los receptores de radio o televisión.Donde sí se movía el dinero, y mucho, era en la Bolsa. El mercado español y los extranjeros iniciaban una jornada de caída libre, las posiciones de venta se sucedían con fuerza devolviendo a los inversores al pánico vivido hace dos años y medio, el 11 de septiembre de 2001.
El principal indicador del parqué madrileño, el IBEX 35, comenzó el día con unas pérdidas del 1,6%. La sesión se abría con malas perspectivas que venían del día anterior. Dos importantes indicadores del mercado norteamericano cerraron con la rotura de sus soportes técnicos, el tecnológico Nasdaq por debajo de los 2.000 puntos y el Dow Jones de los 10.400, ambos con descensos superiores al punto y medio porcentual. El hecho de que a determinada hora del día se empezara a especular con la posibilidad de la autoría de al Qaeda añadió una nueva bajada, que se vio corregida por la comparecencia del ministro del Interior, Ángel Acebes, en la que atribuyó con rotundidad la autoría de los hechos a ETA. Horas más tarde, se esperaba con impaciencia la apertura de Wall Streat, intentando encontrar en el foro neoyorquino un punto de resistencia, pero la bolsa norteamericana tenía claro desde un principio que detrás de los atentados de Madrid estaba la misma mano que sacudió su ciudad en 11 de septiembre.
El desplome de las Bolsas mundiales es la consecuencia más inmediata de los atentados. Pero no todos los sectores económicos ni todas las empresas caen con la misma intensidad. Se aprecian diferencias claras en aquellos valores vinculados al turismo, como las aerolíneas o las cadenas hoteleras, y al sector asegurador. Ambos tendrían que asumir en sus cuentas de resultados las consecuencias de una sensación de inseguridad generalizada, los primeros por una reducción de la demanda y los segundos por hacerse cargo de su parte de las pólizas. Concretamente Iberia se dejó ese día un 3,68%, NH Hoteles y Sol Meliá un 3,24% y un 3,30% respectivamente y, por parte de Amadeus un 3,05%.Pero la capacidad de arrastre de un suceso semejante provoca caídas absolutas, eliminando incluso la opción de los valores refugio, es decir, aquellos que demuestran un comportamiento más estable. El caos de lo imprevisible.
La reacción de la Bolsa ante atentados de cierta magnitud es muy semejante. El 11 de septiembre y los días sucesivos se produjeron caídas muy pronunciadas en todos los índices. Es una reacción a algo imposible de predecir, unas consecuencias que no están claras y un hecho difícil de explicar. Con estos ingredientes y sin un referente que marque el camino, Wall Street permaneció cerrada durante varios días después de los atentados, la Bolsa entra en una fase de caída libre.
Estas caídas de precios provocadas por el miedo a un futuro incierto llegan a un punto en el que se detienen. Las acciones adquieren unos precios tan atractivos que empieza a considerarse que la reacción a los atentados ha sido exagerada, es entonces donde se produce un cambio importante en las cotizaciones, que vuelven a niveles previos al 11 de septiembre. Esos efectos en la Bolsa fueron meramente anecdóticos si se observan a largo plazo. En marzo del año 2000 no sólo estalló la burbuja tecnológica sino que se produjo un cambio de tendencia primaria que, culminó en marzo de 2003 al completar una figura de vuelta, de doble suelo en el caso del IBEX-35.
Se observa en el gráfico una fuerte reacción a los atentados del 11 de septiembre, con dramáticas caídas en muy poco tiempo, en nueve días el IBEX 35 pasó de 7.678,70 puntos a tocar suelo en los 6.260,10 puntos, esto supone un descenso de un 18,47%. Lo que sucede a continuación es fruto de respirar hondo y de una rápida reflexión: el precio de las acciones ha bajado como media casi un 20% y la estructura de la economía sigue siendo la misma que la del día 10 de septiembre. De manera inmediata se produce un rebote técnico en los meses posteriores llega incluso a superar los niveles anteriores al día fatal.
El significado de este movimiento es la reacción ante algo que se percibe como devastador, es un estímulo-respuesta casi primario, es el miedo a unas consecuencias que, en muy poco tiempo, no se pueden ni imaginar. Pero el tiempo pone cada cosa en su sitio y, si el IBEX 35 tenía que bajar del nivel de los 6.400 puntos, como lo hizo posteriormente, sería cuando lo dictase la tendencia.
Una tendencia puede ser alcista, bajista u horizontal y, se define como la pendiente que toman las cotizaciones de un valor a lo largo del tiempo. La tendencia más larga es la que se conoce como primaria, que puede durar de uno a diez años. Esta tendencia es la que va a marcar un camino inexorable en las cotizaciones hasta su extinción. Visto desde este punto de vista un suceso que conmociona a la sociedad puede provocar un periodo de inestabilidad en los mercados, pero si no modifica las expectativas de los agentes económicos el movimiento natural será seguir la senda marcada por la tendencia primaria.
Los mercados de valores son altamente especulativos, tienen el punto de vista puesto en el futuro más próximo, por eso son los primeros en anunciar los cambios de ciclo económico. Esta capacidad de predicción se suele estimar en seis meses o un año y, se basa en las expectativas de todos aquellos interesados en conocer hacia dónde va a ir la economía. Estos interesados van desde los empresarios a los ministerios de economía, incluyendo, por supuesto, a los analistas de mercado, que están muy lejos de seguir criterios aleatorios. Esta disciplina cíclica no evita la volatilidad de los valores cotizados, que es la consecuencia del enfrentamiento entre la oferta y la demanda, muchas veces movidos por rumores, datos macroeconómicos, noticias y, en el peor de los casos por atentados.
Los principales efectos de semejantes atentados en la economía son los que se dejan notar en el tiempo. Los sectores más vulnerables son los que tienen relación con el turismo. Aunque no se puede hablar de un modelo de turismo homogéneo en España sí se observan unas características generales: supone un 12% del PIB (Producto Interior Bruto), siendo la más importante fuente de riqueza desde que empezó a despegar en los años sesenta, fundamentalmente consiste en un turismo de sol y playa, basado desde un principio en unos precios competitivos respecto a sus vecinos europeos. En el año 2003 alcanzó la cifra de 51 millones de turistas extranjeros, aunque no hay que despreciar la cifra que supone el turismo interno, porque es éste el que más gasta si se hacen los cálculos por persona.
En los últimos años se han hecho importantes esfuerzos por romper la estacionalidad y desarrollar el turismo de interior, aún así la evolución del mismo durante los meses de verano sigue siendo la referencia clave del sector.
En cuanto a los efectos negativos que pueden producir los atentados del 11 de marzo en el sector turístico español, hay que recordar que el miedo al integrismo islámico y la inestabilidad política de algunos países de la ribera sur del Mediterráneo ha beneficiado en buena medida a dicho sector, España ha sido considerado como país seguro. Después del 11 de septiembre de 2001 se auguraba una crisis en el sector, se suponía en el turista potencial miedo a volar y a ir al extranjero sobre todo, sin embargo la ausencia de conflictos políticos y de terrorismo internacional dentro de nuestras fronteras garantizaba la etiqueta de país seguro. Esto puede haber cambiado, las imágenes de los atentados han dado la vuelta al mundo y, si alguien antes del 11 de marzo de 2004 no era capaz de localizar a Madrid en un mapamundi, hoy lo hará gracias a unos atentados de Al Qaeda.
Considerar que lo sucedido en Madrid será causa determinante para una crisis en el sector puede ser exagerada, el objetivo de los atentados ha sido el núcleo de las comunicaciones ferroviarias de la capital de un país, lo importa es el lugar simbólico, como lo eran las Torres Gemelas de Nueva York o el Pentágono de Washington. No han sucedido en lugares turísticos, por lo tanto no se han visto afectados. Si no se producen nuevos atentados ni amenazas de producirlos, lo previsible es que las cosas sigan su curso natural.
Los efectos del 11 de septiembre de 2001 han servido para explicar la crisis que viven las aerolíneas, esta ha sido la excusa más utilizada por muchas compañías para justificar despidos masivos. No hace falta decir que se vieron directamente afectadas por lo ocurrido aquel día, pero la causa de su crisis se debe a criterios más estructurales. La causa principal fue la aparición, y sobre todo consolidación, de las llamadas compañías de bajo coste. Estas ofrecen vuelos baratos a destinos con mucha demanda, el éxito de esta forma de negocio ha obligado a reestructurar el sector, con fusiones, acuerdos entre empresas, reducciones de costes, etcétera. Sin embargo el 11 de septiembre de 2001 era esgrimido como causa principal para la toma de decisiones dramáticas. El hecho de que en poco tiempo sobren miles de trabajadores en una empresa resulta inquietante y, cabría preguntarse sobre la bondad de la gestión si no se justificase, de cara a la opinión pública, con lo ocurrido en un solo día, como punto de inflexión en la trayectoria del negocio. Esta noticia de despidos masivos en las empresas, tan repetida en los últimos tiempos, tiene otro mensaje, esta vez dirigido al inversor. Si hoy se anuncian miles de despidos no quiere decir que antes no se supiera que esos trabajadores sobraban, ni que mañana se vayan a ejecutar, normalmente se establece un periodo de tiempo para los mismos. El mensaje para el inversor tiene dos lecturas: una que supone un ahorro en el coste de esa mano de obra y, la otra la posibilidad de que esa mano de obra vacante sea cubierta por otra más barata.
Siguiendo con las comparaciones entre las consecuencias económicas del 11-S y el 11-M, la principal diferencia está en el país que ha sufrido los atentados. En el primer caso desde que se conoció la noticia empezaron a sonar los tambores de guerra del país más poderoso de la Tierra, una guerra que, si nadie lo remedia, todavía no ha terminado. Pero en el aspecto económico, que es el que aquí se trata, la guerra ofrece grandes oportunidades de negocio, desde el punto de vista del país que está seguro de ganarla, claro. Aumenta el gasto público, se pone en marcha la industria militar y, su capacidad de arrastre, pero después hay que reconstruir, de modo que la industria civil también entra en juego, no hay que olvidar las Bolsas mundiales celebraron con fuertes subidas el inicio de la tercera guerra del Golfo Pérsico. En el caso del 11-M, España no se va a meter en una guerra más de lo que ya está, la razón fundamental es porque lo que interesa es combatir el terrorismo y la doctrina antiterrorista que sigue este país consiste en combatirlo con medidas judiciales y policiales.
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