AL ZARQAWI: UNO MENOS
La noticia de la muerte del terrorista Al Zarqawi, si cuando menos era impactante, también destaca por ser esperada y previsible. Teniendo en cuenta la dimensión propagandística del fenómeno del terrorismo, a la vez forma de lucha y forma de comunicación propagandística, la conclusión más rápida es, utilizando una expresión de lo más coloquial, que en todos lados cuecen habas. El uso de la muerte selectiva de objetivos primarios para la lucha antiterrorista (cabe calificar al elemento de terrorista, aunque generalmente se cometa el error de asociar a la insurgencia iraquí –chií por un lado y suní pro-Sadam por el otro- con Al Qaeda) es sólo un paso más en la evolución de la denominada Guerra contra el Terror (en realidad contra el terrorismo) a la israelí, por decirlo de alguna manera.
No faltarán las voces que proclamarán que este elemento debía haber sido detenido y juzgado. Y no les falta razón, salvo por la, ya citada en otros posts, concepción anglosajona (EEUU, Reino Unido, Israel, ...) concepción del fenómeno terrorista como un acto de guerra de baja intensidad, pero guerra al fin y al cabo, a combatir por medios militares. Además, lecciones como la batalla de Mogadiscio, han llevado a los estados mayores de los principales ejércitos del mundo a tomar la decisión de minimizar los riesgos a la hora de neutralizar (capturar o eliminar) a las cabezas del enemigo. Simplificando este razonamiento ¿Por qué arriesgar las vidas de tropas que salen muy caras cuando un proyectil guiado lanzado a miles de metros de altura puede hacer el mismo trabajo?.
Evidentemente estamos ante una misión impopular, algo que tiene un coste político de desgaste para las administraciones responsables (especialmente la de George Bush y Tony Blair), lo que desaconseja aun más la intervención de fuerzas especiales para detener o matar a un líder terrorista. Si su captura no añade ningún valor al resultado de la operación (como por ejemplo información vital que se le pudiera extraer) el resultado de capturarle vivo o muerto es prácticamente el mismo y la muerte colateral de inocentes no puede agravar más la mala imagen de los líderes políticos, lo que nos lleva de nuevo a la muerte selectiva.
Quedémonos con la imagen del Informe a la prensa, un espectacular briefing al que ya nos tenían acostumbrados desde las campañas de Panamá y el Golfo Pérsico. Un general estadounidense muestra la foto del enemigo muerto para demostrar, precisamente, que ya ha caído. Que no ha escapado, dando lugar (como sucedió por ejemplo en las campañas rusas en Chechenia, a leyendas y mitos sobre un enemigo que pasa a convertirse en héroe resucitado. Evidentemente recuerda a usos y costumbres muy arraigados en la lucha contra la insurgencia, como fue el caso de Ernesto “Ché” Guevara cuyo cadáver se mostró a los medios de comunicación de todo el mundo en un esfuerzo por acabar con el simbolismo de un héroe enemigo, aunque el resultado, a priori, no será el mismo: El Ché es un símbolo más allá de Latinoamérica, extendida su imagen y mensaje a los grupos de izquierda de casi todo el mundo.
Respecto al efecto propagandístico, recordemos cómo se mostraron los cadáveres de los hijos de Sadam Husein, o el del doble de Alí el Químico, durante la campaña de conquista de Iraq. Recordemos que en un enfrentamiento convencional, siguiendo las Convenciones de Ginebra, la exhibición de prisioneros y de cadáveres enemigos con fines propagandísticos está prohibida, pero recordemos también que esta no es una guerra convenvional (entre estados soberanos y a através de la acción de ejércitos regulares) y que en la lucha antiterrorista, tal como la entendemos hoy, las Convenciones de Ginebra no son más que un vago recuerdo del pasado.
Muchos especulan sobre el paradero del número uno de Al Qaeda, Osama Ben Laden, si ha muerto, pero se explota su imagen con fines propagandísticos, tanto como gran enemigo aún activo, achacable a los EEUU, o como Cid Campeador de los fundamentalistas musulmanes, cuando es evidentes un par de cosas: Que su vida o muerte no afecta en absoluto al funcionamiento de Al Qaeda, como la vida o muerte de Al Zarqawi no afectará a la actividad de la red terrorista en Iraq, y que, caso de morir, lo primero que harían los responsables de la lucha contra Al Qaeda sería mostrar a la prensa su cadáver para tratar con ello de menguar el efecto de sus actos pasados. Este tipo de acciones, por tanto, sólo tienen por objetivo la ganancia política, la mejora de la popularidad de los líderes de los países implicados de modo más directo en esta guerra, creando un impacto propagandístico con poco efecto, o ninguno, en las estrategias a seguir por ambos bandos.
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