LA MISIÓN SECRETA QUE ACABÓ EN PUNTA ARENAS (II): Sea King Down
El último operativo
Al parecer, un temporal de viento y lluvia que se desató en la noche siguiente afectó el último vuelo del helicóptero, cuando intentaba situarse en el sitio previsto. Arrastrada por ráfagas tormentosas del este la máquina hizo un accidentado descenso a las 6:25 (hora local) del miércoles 19 de mayo en una playa al sur de Punta Arenas.Su fuselaje quedó de costado y su rotor principal se desprendió a una decena de metros de distancia, sobre las aguas. Su tripulación, luego de destruir los equipos y claves de comunicación que habían quedado en el semidestrozado fuselaje, se ocultó entre unos matorrales para protegerse de la tormenta e hizo un precario campamento, antes de cruzar la ruta y trepar hacia un cerro boscoso, donde los "comandos" se refugiaron.Ante esta situación, en las primeras horas hubo nerviosas consultas entre las autoridades chilenas, pues hubiera correspondido internar a la máquina y a sus tripulantes hasta el fin del conflicto. Sin embargo, la trascendencia periodística que tendría este accidente, perjudicaría la postura de neutralidad que fingía adoptar el régimen chileno.
Fue así que se procedió a enviar unas palas mecánicas para cubrir los restos del helicóptero, que estaba semidestruido sobre una playa marítima de pedregullo y pastos, en el paraje denominado Canadá de los Ciervos, de la bahía Agua Fresca y a 26 kilómtros de la ciudad de Punta Arenas; el fuselaje qued¢ totalmente cubierto bajo un montículo de grava. En los días siguientes, y debido a que creían estar en territorio argentino, los tres ingleses se desplazaron unos veinte ki1ómetros hacia el cerro El Parrillar y su lago. Posteriormente, y al descubrir que estaban en territorio chileno, descendieron y se entregaron en un retén de carabineros. Al gobierno de Thatcher tampoco le convenía que se descubriera su intención de llevar el conflicto hasta el mismo continente americano, sin obtener réditos significativos que lo justificaran. Por su parte, a las autoridades argentinas tampoco les resultaba halagador que se comprobara c¢mo efectivos enemigos podían incursionar con cierta libertad sobre sus fronteras continentales. El que escribe estas líneas, llegó al lugar del accidente pocas horas después antes lo habían hecho periodistas y camarógrafos trasandinos, a quienes no dejaron acercarse hasta el fuselaje caído- acompañado por el fotógrafo Leonardo Zavattaro y el chofer Jos‚ Fernández. Era ya el anochecer, pero lograron la cooperación de unos pescadores vecinos para que extrajeran del agua los restos del rotor principal del aparato, que se había desprendido en el accidente. Partes de este rotor son el único testimonio de esta misteriosa y frustrada aventura bélica, que ahora se entregan al Museo Nacional de Aeronáutica de la Argentina.
El periodista argentino y sus acompañantes fueron detenidos, a poco de fotografiar este rotor, por tres hombres que se identificaron como detectives de la DINA, Direcci¢n de Seguridad Chilena. Luego de nerviosas tratativas, los policías condujeron a los argentinos hasta las oficinas del diario "La Región", en donde hicieron revelar el material fotográfico para supervisar qué habían captado. Los agentes recortaron solamente un cuadrito del negativo en donde se veía a un helicóptero chileno en vuelo, que los argentinos fotografiaron circunstancialmente durante su viaje. El autor de este artículo pudo transmitir la nota a su diario por medio de la teletipo del periódico local, que los chilenos le facilitaron como cortesía profesional. También revelaron y transmitieron la fotografía del rotor por medio del transmisor de telefoto que ellos portaban, logrando una primicia absoluta, que salió publicada en el diario "Clarín" en su edición del día 21 de mayo. Los periodistas fueron liberados dos horas más tarde y regresaron inmediatamente en su automóvil a la ciudad de Río Gallegos. Pocos días después los tres tripulantes ingleses bajaron de los cerros en donde se habían ocultado y se entregaron a los carabineros de un puesto cercano. Las autoridades chilenas los remitieron a Santiago y desde esta capital fueron transportados por vía aérea hasta Gran Bretaña, sin dejarlos tomar contacto con la prensa. Al término de la guerra, los tres tripulantes del Sea King fueron distinguidos y condecorados por su actuación en este operativo. Importa destacar la trascendencia que los mandos británicos le dieron a este operativo, pese a su frustración, pues los dos pilotos del Sea King caído recibieron la Distinguished Service Cross (entre otros 24 seleccionados en tan alto nivel durante esta guerra), una condecoración que sigue en importancia a la Cruz de la Reina Victoria dentro de los rangos del honor militar inglés.
El suboficial Imrie recibió también similar distinción, pero en forma de Medalla, según su encuadre.
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