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Análisis e Interpretación

JARHEAD

JARHEAD

Tras ver Jarhead, hace un par de meses, me he puesto a revisar documentación sobre la II Guerra del Golfo (1990-91), sobretodo en lo relativo a la propaganda y el mantenimiento de la moral de las tropas.

 

Es tras leer una entrevista al autor del libro, Anthony Swofford, en referencia a cómo vivió su padre la Guerra de Vietnam, montando fiestecitas por unos pavos a base de cerveza y putas, en relación con cómo lo pasó él.  Me extrañó que, al menos en la película (estoy buscando el libro) no hubiese referencia a los famosos “Love Boats”, que sólo eran para oficiales (los previstos para la topa no pasaron las exigencias de seguridad).

 

Este fue el caso del Cunard Princess, un hotel flotante que las fuerzas armadas de los Estados Unidos fletaron para las fiestas de Navidad de 1990. Según la naviera, fue fletado para su uso en el Conflicto del Golfo Pérsico, pero ni una palabra de qué tipo de uso tuvo. Cito “La Guerra de las mentiras” de Alejandro Pizarroso (Madrid, Febrero-Marzo-Abril 1991, ed. EUDEMA):

 Un aspecto tradicional para el sostenimiento de la moral de las tropas, se ha visto severamente limitado en esta ocasión. Las tropas occidentales estaban estacionadas en Arabia Saudí, un país cuya ley es el mismo Corán en su interpretación más estricta, donde las adúlteras siguen siendo lapidadas –eso sí, con modernos volquetes-, las mujeres no pueden conducir vehículos y el alcohol –la gran droga legal de Occidente- está terminantemente prohibido. Así pues, los tradicionales espectáculos que se han llevado siempre para las tropas en el frente han estado severamente limitados por la censura saudí. Y también el cine. Tanto es así que si unimos todo ello a las difíciles condiciones de vida en el desierto, y al prolongado periodo que las tropas han estado inactivas, a la espera de lanzar un ataque, muchos analistas llegaron a dudar de su buen estado moral, lo que tuvo que ser reiteradamente desmentido por los portavoces oficiales, e incluso por el mismo comandante en jefe, general Schwarzkopf. 

Pero nunca ha habido un ejército sin putas y sin alcohol. Incluso las famosas “cantineras” en los ejércitos del siglo pasado[1] tenían derecho al uso de uniforme y cobraban su paga como cualquier otro soldado. Y el Pentágono no podía dejar descubierto este flanco. Ya que nada de esto podía organizarse en territorio saudí, se fletó un barco, un transatlántico de lujo para este menester. Por 31 millones de dólares, fue alquilado antes de las fiestas de Navidad el “Cunard Princess”: 200 metros de eslora, 372 cabinas y otras 26 de superlujo con aire acondicionado, música, juego, alcohol y sexo. Pero sólo para oficiales. La clase de tropa hubo de esperar, pues el barco más modesto que se les pensaba destinar no cumplía determinados requisitos de seguridad. Esta iniciativa fue muy criticada, pues tales naves podrían convertirse en fáciles blancos para el enemigo, y, desde luego, en fácil objeto de crítica para su propaganda.

 Los espectáculos para elevar la moral de la tropa no son nada nuevo en la guerra. Todos recordamos la secuencia de Apocalypse Now, en la que llevan hasta el recóndito río donde se encuentran acantonadas as tropas estadounidenses a un grupo de chicas Playboy. Recuerdo que para la guerra del Golfo (1991) las Fuerzas Armadas españolas organizaron un concierto con la voluptuosa cantante Marta Sánchez, y que hubo cierto escándalo cuando el gobierno saudí exigía que las cantantes estadounidenses usasen velo en su territorio. Es cuando menos paradójica la tolerancia de los gobiernos occidentales respecto a las “peculiares costumbres” de sus aliados en la defensa del “mundo libre”. Un capitán de la Armada española que estuvo destinado en el golfo me contó una impresionante historia sobre la escasa tolerancia de los saudíes respecto al personal diplomático extranjero destinados en su territorio y sus familiares: Se trataba de la historia de la esposa de un diplomático alemán que resultó ser cleptómana. La pillaron robando y toda la presión de los germanos para solucionar el incidente tan sólo consiguió que a la señora se le amputase la mano en un quirófano, y no en una plaza pública ante una muchedumbre deseosa de justicia divina. Impresionante.  


[1] Referencia al siglo XIX

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