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Análisis e Interpretación

Terrorismo

TERRORISMO Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN: INTRODUCCIÓN

TERRORISMO Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN: INTRODUCCIÓN

Terrorismo y Medios de Comunicación (Introducción de Mª José Pérez del Pozo)

 

Una película recomendad por la mayoría de especialistas en terrorismo es La Batalla de Argel. En una de sus secuencias, el Jefe de la unidad de Paracaidistas franceses explica a sus subordinados cómo se organiza el FLN. Este esquema (en el que cada elemento de una célula de tres recluta a otros dos a su vez, por lo que cada miembro de la organización sólo conoce a otros dos miembros, y caso de ser capturado sólo tiene que aguantar veinticuatro horas de interrogatorio para dar tiempo a que sus compañeros escapen) ha sido emulado por la mayoría de grupos terroristas para combatir las medidas antiterroristas de los gobiernos a los que se enfrentan.

 

La única novedad en la nueva oleada terrorista es la irrupción de las nuevas tecnologías y la relación parasitaria con los medios de comunicación, por la que hacen coincidir los atentados con el momento en el que salen las tiradas de los periódicos o con los informativos de máxima audiencia.

 

La llegada de Internet permite ignorar esta última parte (la política informativa de los medios). Con ella, el grupo terrorista se convierte en Emisor y Receptor, mientras que utiliza los medios para magnificar su imagen de poder y aumentar la sensación de vulnerabilidad. El objetivo de la organización terrorista es jugar con el simbolismo del terror, o en palabras de Wilkinson: Un atentado no es nada, pero su reflejo en los medios de comunicación lo es todo.  Máxime cuando vivimos en una era de medios de alcance global, en el que el impacto de las ejecuciones de rehenes y los atentados, difundidos a través de Internet, crea toda una imaginería del terror.

 

Existen dos posicionamientos en la relación entre Medios de Comunicación y Grupos Terroristas:

 

-         La magnificación de los atentados es reprimible con una legislación restrictiva, lo que provoca, sin embargo, escaladas terroristas y atentados con mayor nivel de espectacularidad y victimización. Aquí encontramos una relación parasitaria entre terroristas y medios: Los mensajes de la banda calan en sus seguidores en mensajes que van dirigidos a distintos públicos: Creación de sentimiento de terror para la Opinión Pública, Afianzamiento de su discurso y consumo de su imagen como ídolos (de cara a su Base Social).

-         Conocer a los grupos terroristas para adoptar la línea editorial adecuada (postura ecléctica). La necesidad de una política editorial concreta se logra a través de un código deontológico, para evitar lo que, según Brigitte Nacos (“Terrorismo Massmediático”) define como Cobertura sensacionalista de los medios de comunicación acerca de las acciones terroristas (se informa sobre los atentados, pero sin tener en cuenta las medidas antiterroristas). Por ejemplo, en función de la organización de la que se hable, El País ha llegado a dar una cobertura casi benevolente sobre ETA, y casi a expresar simpatía hacia el EZLN. Sin embargo, respecto a la banda vasca, ha ido modificando su postura desde el 11-S, principalmente debido a las nuevas normas jurídicas (de alcance internacional) y a la adaptación de la legislación antiterrorista que los estados realizan en función de sus propios intereses, utilizando el terrorismo como excusa para acabar con sus enemigos internos.

 

Internet ha permitido superar estas dos posiciones al permitir a las organizaciones terroristas:

-         Magnificar el impacto de los atentados

-         Reclutar nuevos militantes   

-         Atacar las Bases Sociales de los distintos estados

-         Provocar quiebras económicas y culturales a los mismos

 

Desde las Relaciones Internacionales se puede estudiar el fenómeno terrorista desde tres claves:

-         Política

-         Económica

-         Militar

 

Una cuarta clave, la cultural, se utiliza para dar una cuarta explicación –sobre los orígenes del fenómeno-, aunque se tiende a malinterpretarla (caso de Samuel Huntintong).

 

El componente cultural actuaría, por ejemplo, sobre los conceptos Nación (comunidad cohesionada por un origen cultural común al que se accede de modo voluntario) y Pueblo (colectividad sin lazos culturales necesariamente comunes que lucha por su independencia político-jurídica, un concepto asociado a los procesos de descolonización).

 

Teniendo en cuenta los aspectos tribales (a veces enfrentados a los comunales) y elementos más allá de la ideología política, se pueden hallar los elementos culturales que llevan a una persona a integrarse en una organización terrorista.

TERRORISMO Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN

TERRORISMO Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN

El próximo 3 de Julio empiezo un curso de verano de la UCM sobre Terrorismo y Medios de Comunicación, que dirige mi buena amiga y profesora de Relaciones Internacionales Mª Jesús Pérez del Pozo, y voy a intentar ir metiendo en este blog los temas que allí se tratan, así como mis conclusiones. Si alguno está interesado creo que aun está a tiempo de apuntarse.

Os dejo el enlace para más información:

 http://www.ucm.es/info/fgu/escuelacomplutense/cursos/d13.htm

AL ZARQAWI: UNO MENOS

AL ZARQAWI: UNO MENOS

La noticia de la muerte del terrorista Al Zarqawi, si cuando menos era impactante, también destaca por ser esperada y previsible. Teniendo en cuenta la dimensión propagandística del fenómeno del terrorismo, a la vez forma de lucha y forma de comunicación propagandística, la conclusión más rápida es, utilizando una expresión de lo más coloquial, que en todos lados cuecen habas. El uso de la muerte selectiva de objetivos primarios para la lucha antiterrorista (cabe calificar al elemento de terrorista, aunque generalmente se cometa el error de asociar a la insurgencia iraquí –chií por un lado y suní pro-Sadam por el otro- con Al Qaeda) es sólo un paso más en la evolución de la denominada Guerra contra el Terror (en realidad contra el terrorismo) a la israelí, por decirlo de alguna manera.

 

No faltarán las voces que proclamarán que este elemento debía haber sido detenido y juzgado. Y no les falta razón, salvo por la, ya citada en otros posts, concepción anglosajona (EEUU, Reino Unido, Israel, ...) concepción del fenómeno terrorista como un acto de guerra de baja intensidad, pero guerra al fin y al cabo, a combatir por medios militares. Además, lecciones como la batalla de Mogadiscio, han llevado a los estados mayores de los principales ejércitos del mundo a tomar la decisión de minimizar los riesgos a la hora de neutralizar (capturar o eliminar) a las cabezas del enemigo. Simplificando este razonamiento ¿Por qué arriesgar las vidas de tropas que salen muy caras cuando un proyectil guiado lanzado a miles de metros de altura puede hacer el mismo trabajo?.

 

Evidentemente estamos ante una misión impopular, algo que tiene un coste político de desgaste para las administraciones responsables (especialmente la de George Bush y Tony Blair), lo que desaconseja aun más la intervención de fuerzas especiales para detener o matar a un líder terrorista. Si su captura no añade ningún valor al resultado de la operación (como por ejemplo información vital que se le pudiera extraer) el resultado de capturarle vivo o muerto es prácticamente el mismo y la muerte colateral de inocentes no puede agravar más la mala imagen de los líderes políticos, lo que nos lleva de nuevo a la muerte selectiva.

 

Quedémonos con la imagen del Informe a la prensa, un espectacular briefing al que ya nos tenían acostumbrados desde las campañas de Panamá y el Golfo Pérsico. Un general estadounidense muestra la foto del enemigo muerto para demostrar, precisamente, que ya ha caído. Que no ha escapado, dando lugar (como sucedió por ejemplo en las campañas rusas en Chechenia, a leyendas y mitos sobre un enemigo que pasa a convertirse en héroe resucitado. Evidentemente recuerda a usos y costumbres muy arraigados en la lucha contra la insurgencia, como fue el caso de Ernesto “Ché” Guevara cuyo cadáver se mostró a los medios de comunicación de todo el mundo en un esfuerzo por acabar con el simbolismo de un héroe enemigo, aunque el resultado, a priori, no será el mismo: El Ché es un símbolo más allá de Latinoamérica, extendida su imagen y mensaje a los grupos de izquierda de casi todo el mundo.

Respecto al efecto propagandístico, recordemos cómo se mostraron los cadáveres de los hijos de Sadam Husein, o el del doble de Alí el Químico, durante la campaña de conquista de Iraq. Recordemos que en un enfrentamiento convencional, siguiendo las Convenciones de Ginebra, la exhibición de prisioneros y de cadáveres enemigos con fines propagandísticos está prohibida, pero recordemos también que esta no es una guerra convenvional (entre estados soberanos y a através de la acción de ejércitos regulares) y que en la lucha antiterrorista, tal como la entendemos hoy, las Convenciones de Ginebra no son más que un vago recuerdo del pasado.  

 

Muchos especulan sobre el paradero del número uno de Al Qaeda, Osama Ben Laden, si ha muerto, pero se explota su imagen con fines propagandísticos, tanto como gran enemigo aún activo, achacable a los EEUU, o como Cid Campeador de los fundamentalistas musulmanes, cuando es evidentes un par de cosas: Que su vida o muerte no afecta en absoluto al funcionamiento de Al Qaeda, como la vida o muerte de Al Zarqawi no afectará a la actividad de la red terrorista en Iraq,  y que, caso de morir, lo primero que harían los responsables de la lucha contra Al Qaeda sería mostrar a la prensa su cadáver para tratar con ello de menguar el efecto de sus actos pasados. Este tipo de acciones, por tanto, sólo tienen por objetivo la ganancia política, la mejora de la popularidad de los líderes de los países implicados de modo más directo en esta guerra, creando un impacto propagandístico con poco efecto, o ninguno, en las estrategias a seguir por ambos bandos. 

LAS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DEL 11-M

LAS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DEL 11-M

Para la elaboración e este artículo colaboró mi compañero y amigo Pedro Capilla, experto en asuntos económicos.

Nada más producirse los atentados se pudieron observar los primeros efectos en la economía, no sólo en la española, también en la mundial. En Madrid los comercios se quedaban vacíos, la actividad cotidiana había quedado paralizada y, toda la atención la captaban los receptores de radio o televisión.

Donde sí se movía el dinero, y mucho, era en la Bolsa. El mercado español y los extranjeros iniciaban una jornada de caída libre, las posiciones de venta se sucedían con fuerza devolviendo a los inversores al pánico vivido hace dos años y medio, el 11 de septiembre de 2001.

El principal indicador del parqué madrileño, el IBEX 35, comenzó el día con unas pérdidas del 1,6%. La sesión  se abría con malas perspectivas que venían del día anterior. Dos importantes indicadores del mercado norteamericano cerraron con la rotura de sus soportes técnicos, el tecnológico Nasdaq por debajo de los 2.000 puntos y el Dow Jones de los 10.400, ambos con descensos superiores al punto y medio porcentual. El hecho de que a determinada hora del día se empezara a especular con la posibilidad de la autoría de al Qaeda añadió una nueva bajada, que se vio corregida por la comparecencia del ministro del Interior, Ángel Acebes, en la que atribuyó con rotundidad la autoría de los hechos a ETA. Horas más tarde, se esperaba con impaciencia la apertura de Wall Streat, intentando encontrar en el foro neoyorquino un punto de resistencia, pero la bolsa norteamericana tenía claro desde un principio que detrás de los atentados de Madrid estaba la misma mano que sacudió su ciudad en 11 de septiembre.

El desplome de las Bolsas mundiales es la consecuencia más inmediata de los atentados. Pero no todos los sectores económicos ni todas las empresas caen con la misma intensidad. Se aprecian diferencias claras en aquellos valores vinculados al turismo, como las aerolíneas o las cadenas hoteleras, y al sector asegurador. Ambos tendrían que asumir en sus cuentas de resultados las consecuencias de una sensación de inseguridad generalizada, los primeros por una reducción de la demanda y los segundos por hacerse cargo de su parte de las pólizas. Concretamente Iberia se dejó ese día un 3,68%, NH Hoteles y Sol Meliá un 3,24% y un 3,30% respectivamente y, por parte de Amadeus un 3,05%.Pero la capacidad de arrastre de un suceso semejante provoca caídas absolutas, eliminando incluso la opción de los valores refugio, es decir, aquellos que demuestran un comportamiento más estable. El caos de lo imprevisible. 

La reacción de la Bolsa ante atentados de cierta magnitud es muy semejante. El 11 de septiembre y los días sucesivos se produjeron caídas muy pronunciadas en todos los índices. Es una reacción a algo imposible de predecir, unas consecuencias que no están claras y un hecho difícil de explicar. Con estos ingredientes y sin un referente que marque el camino, Wall Street permaneció cerrada durante varios días después de los atentados, la Bolsa entra en una fase de caída libre.

 

Estas caídas de precios provocadas por el miedo a un futuro incierto llegan a un punto en el que se detienen. Las acciones adquieren unos precios tan atractivos que empieza a considerarse que la reacción a los atentados ha sido exagerada, es entonces donde se produce un cambio importante en las cotizaciones, que vuelven a niveles previos al 11 de septiembre. Esos efectos en la Bolsa fueron meramente anecdóticos si se observan a largo plazo. En marzo del año 2000 no sólo estalló la burbuja tecnológica sino que se produjo un cambio de tendencia primaria que, culminó en marzo de 2003 al completar una figura de vuelta, de doble suelo en el caso del IBEX-35.

 

Se observa en el gráfico una fuerte reacción a los atentados del 11 de septiembre, con dramáticas caídas en muy poco tiempo, en nueve días el IBEX 35 pasó de 7.678,70 puntos a tocar suelo en los 6.260,10 puntos, esto supone un descenso de un 18,47%. Lo que sucede a continuación es fruto de respirar hondo y de una rápida reflexión: el precio de las acciones ha bajado como media casi un 20% y la estructura de la economía sigue siendo la misma que la del día 10 de septiembre. De manera inmediata se produce un rebote técnico en los meses posteriores llega incluso a superar los niveles anteriores al día fatal.

 

El significado de este movimiento es la reacción ante algo que se percibe como devastador, es un estímulo-respuesta casi primario, es el miedo a unas consecuencias que, en muy poco tiempo, no se pueden ni imaginar. Pero el tiempo pone cada cosa en su sitio y, si el IBEX 35 tenía que bajar del nivel de los 6.400 puntos, como lo hizo posteriormente, sería cuando lo dictase la tendencia.

 

Una tendencia puede ser alcista, bajista u horizontal y, se define como la pendiente que toman las cotizaciones de un valor a lo largo del tiempo. La tendencia más larga es la que se conoce como primaria, que puede durar de uno a diez años. Esta tendencia es la que va a marcar un camino inexorable en las cotizaciones hasta su extinción. Visto desde este punto de vista un suceso que conmociona a la sociedad puede provocar un periodo de inestabilidad en los mercados, pero si no modifica las expectativas de los agentes económicos el movimiento natural será seguir la senda marcada por la tendencia primaria.

 

Los mercados de valores son altamente especulativos, tienen el punto de vista puesto en el futuro más próximo, por eso son los primeros en anunciar los cambios de ciclo económico. Esta capacidad de predicción se suele estimar en seis meses o un año y, se basa en las expectativas de todos aquellos interesados en conocer hacia dónde va a ir la economía. Estos interesados van desde los empresarios a los ministerios de economía, incluyendo, por supuesto, a los analistas de mercado, que están muy lejos de seguir criterios aleatorios. Esta disciplina cíclica no evita la volatilidad de los valores cotizados, que es la consecuencia del enfrentamiento entre la oferta y la demanda, muchas veces movidos por rumores, datos macroeconómicos, noticias y, en el peor de los casos por atentados.

  

Los principales efectos de semejantes atentados en la economía son los que se dejan notar en el tiempo. Los sectores más vulnerables son los que tienen relación con el turismo. Aunque no se puede hablar de un modelo de turismo homogéneo en España sí se observan unas características generales: supone un 12% del PIB (Producto Interior Bruto), siendo la más importante fuente de riqueza desde que empezó a despegar en los años sesenta, fundamentalmente consiste en un turismo de sol y playa, basado desde un principio en unos precios competitivos respecto a sus vecinos europeos. En el año 2003 alcanzó la cifra de 51 millones de turistas extranjeros, aunque no hay que despreciar la cifra que supone el turismo interno, porque es éste el que más gasta si se hacen los cálculos por persona.

 

En los últimos años se han hecho importantes esfuerzos por romper la estacionalidad y desarrollar el turismo de interior, aún así la evolución del mismo durante los meses de verano sigue siendo la referencia clave del sector.

 

En cuanto a los efectos negativos que pueden producir los atentados del 11 de marzo en el sector turístico español, hay que recordar que el miedo al integrismo islámico y la inestabilidad política de algunos países de la ribera sur del Mediterráneo ha beneficiado en buena medida a dicho sector, España ha sido considerado como país seguro. Después del 11 de septiembre  de 2001 se auguraba una crisis en el sector,  se suponía en el turista potencial miedo a volar y a ir al extranjero sobre todo, sin embargo la ausencia de conflictos políticos y de terrorismo internacional dentro de nuestras fronteras garantizaba la etiqueta de país seguro. Esto puede haber cambiado, las imágenes de los atentados han dado la vuelta al mundo y, si alguien antes del 11 de marzo de 2004 no era capaz de localizar a Madrid en un mapamundi, hoy lo hará gracias a unos atentados de Al Qaeda.

 

Considerar que lo sucedido en Madrid será causa determinante para una crisis en el sector puede ser exagerada, el objetivo de los atentados ha sido el núcleo de las comunicaciones ferroviarias de la capital de un país, lo importa es el lugar simbólico, como lo eran las Torres Gemelas de Nueva York o el Pentágono de Washington. No han sucedido en lugares turísticos, por lo tanto no se han visto afectados. Si no se producen nuevos atentados ni amenazas de producirlos, lo previsible es que las cosas sigan su curso natural.

 

Los efectos del 11 de septiembre de 2001 han servido para explicar la crisis que viven las aerolíneas, esta ha sido la excusa más utilizada por muchas compañías para justificar despidos masivos. No hace falta decir que se vieron directamente afectadas por lo ocurrido aquel día, pero la causa de su crisis se debe a criterios más estructurales. La causa principal fue la aparición, y sobre todo consolidación, de las llamadas compañías de bajo coste. Estas ofrecen vuelos baratos a destinos con mucha demanda, el éxito de esta forma de negocio ha obligado a reestructurar el sector, con fusiones, acuerdos entre empresas, reducciones de costes, etcétera. Sin embargo el 11 de septiembre de 2001 era esgrimido como causa principal para la toma de decisiones dramáticas. El hecho de que en poco tiempo sobren miles de trabajadores en una empresa resulta inquietante y, cabría preguntarse sobre la bondad de la gestión si no se justificase, de cara a la opinión pública, con lo ocurrido en un solo día, como punto de inflexión en la trayectoria del negocio. Esta noticia de despidos masivos en las empresas, tan repetida en los últimos tiempos, tiene otro mensaje, esta vez dirigido al inversor. Si hoy se anuncian miles de despidos no quiere decir que antes no se supiera que esos trabajadores sobraban, ni que mañana se vayan a ejecutar, normalmente se establece un periodo de tiempo para los mismos. El mensaje para el inversor tiene dos lecturas: una que supone un ahorro en el coste de esa mano de obra y, la otra la posibilidad de que esa mano de obra vacante sea cubierta por otra más barata.

 

 Siguiendo con las comparaciones entre las consecuencias económicas del 11-S y el 11-M, la principal diferencia está en el país que ha sufrido los atentados. En el primer caso desde que se conoció la noticia empezaron a sonar los tambores de guerra del país más poderoso de la Tierra, una guerra que, si nadie lo remedia, todavía no ha terminado. Pero en el aspecto económico, que es el que aquí se trata, la guerra ofrece grandes oportunidades de negocio, desde el punto de vista del país que está seguro de ganarla, claro. Aumenta el gasto público, se pone en marcha la industria militar y, su capacidad de arrastre, pero después hay que reconstruir, de modo que la industria civil también entra en juego, no hay que olvidar las Bolsas mundiales celebraron con fuertes subidas el inicio de la tercera guerra del Golfo Pérsico. En el caso del 11-M, España no se va a meter en una guerra más de lo que ya está, la razón fundamental es porque lo que interesa es combatir el terrorismo y la doctrina antiterrorista que sigue este país consiste en combatirlo con medidas judiciales y policiales.

 

Modelos de propaganda.

Modelos de propaganda.

(Para la elaboración de este artículo colaboró mi colega Jorge Amorós)

Pizarroso distingue tres tipos básicos de propaganda: propaganda blanca, propaganda negra y propaganda gris.

El primer caso, el de la propaganda blanca, hace referencia a una situación en la que la fuente se encuentra correctamente identificada y el mensaje no deja lugar a dudas. Es el caso que podemos apreciar en cualquier cartel electoral. En una situación aplicada al terrorismo, es cuando ETA efectúa un comunicado en el que se hace responsable de alguno de sus asesinatos, y las fuerzas policiales no tengan ninguna duda acerca de la veracidad de dichos comunicados. En el caso de demostrarse la autenticidad de la cinta de vídeo con el mensaje grabado que daba la autoría del crimen a alguno de los grupos vinculados con Al Qaeda también nos hallaríamos ante uno de estos casos.

La propaganda negra se da cuando, independientemente de la veracidad del mensaje, la identidad de la fuente ha sido falsificada. Si los autores del atentado fueran los mismos que dejaron la cinta de vídeo pero no fuesen fundamentalistas islámicos, entonces estaríamos ante uno de estos casos. No es infrecuente el que algún grupo terrorista lleve a cabo estas acciones, a fin de orientar la opinión pública en contra de alguno de sus enemigos. Se puede observar esto en varios de los conflictos que se han llevado a cabo en Latinoamérica, donde a menudo guerrillas y paramilitares se acusan mutuamente de ser los autores de alguna atrocidad en particular. De todos modos, no parece que ese sea el caso de los atentados del 11-M.

El último de los tres tipos básicos es la propaganda gris. En esta categoría, se da una situación en la que independientemente de una correcta o incorrecta identificación de la fuente, el mensaje emitido por la misma es falso, o cuanto menos, inexacto. Esto era lo que desde un primer momento se defendía desde el gobierno, afirmando que los comunicados de Otegi de que ETA no era responsable de la masacre eran rotundamente falsos, difundidos con el único ánimo de sumar confusión a un ambiente ya sumamente caótico, en el que las preguntas se multiplicaban y la sociedad se encontraba atemorizada y más que confusa por la enormidad de lo que acababa de ocurrir.

Proximidad.
 

Haciendo un análisis de lo anterior, y asumiendo que tal y como afirman las autoridades, la teoría con mayor peso es la de que Al Qaeda o alguna de sus  organizaciones fundamentalistas islámicas aliadas se encuentran tras las bombas, nos hallaríamos ante un caso de propaganda blanca y de carácter internacional. Puesto que el destinatario del mensaje, es decir, aquellos que deben sentirse atemorizados, no es únicamente la sociedad española. Se trataría de todos aquellos que están implicados en  la “Guerra contra el Terror” mantenida por los Estados Unidos y que les ha servido de justificación para acciones tales como la más que cuestionada invasión de Irak. Sociedades y gobiernos de todas partes se sienten amenazados y están multiplicando sus medidas de seguridad para evitar que lo ocurrido en Madrid el 11-M se repita en otras ciudades, así como reavivar el debate sobre la legalidad de la ocupación de Irak por parte de fuerzas internacionales.

Para lograr semejantes efectos, los terroristas han tenido que cometer un atentado que no fuese sólo de una escala desconocida en nuestro país, que ya se encuentra desgraciadamente acostumbrado al tiro en la nuca y al coche bomba. Se trataba de cometer un atentado de esta magnitud en occidente.
 

Desde los ataques del 11-S a las torres del World Trade Center, no había habido otro atentado de gran magnitud en Estados Unidos ni en Europa. Y aunque podría parecer lo contrario, para los terroristas que deseen una mayor cobertura informativa a través de la cual difundir su mensaje, no les basta con elevar el número de muertes que provocan sus atentados. Deben hacerlos de forma que haya una cercanía entre las víctimas y aquellos a los que va destinado el mensaje, la amenaza.

Esto es muy fácil de demostrar. Cuando en España se oye de algún atentado cometido en Irak contra ciudadanos iraquíes, apenas despierta un poco de interés en los medios, apenas algo más que el que crea el incesante goteo de muertos que hay en el conflicto Israel-Palestina. A menos que se trate de atentados que causen una atroz cantidad de víctimas, en cuyo caso se dará la información con mayor detenimiento. Pero si los muertos son occidentales, hay una sensación de proximidad mucho mayor, se muestra mayor interés y preocupación, y los medios ofrecen información más detallada acerca de estos casos.

Cuando los atentados tienen lugar ya sobre un territorio que nos resulte cercano, tanto geográfica como culturalmente, los efectos son exponencialmente mayores. En caso de ser atentados cometidos en el propio territorio, sobre todo si es en la capital, y con un resultado que alcanza los doscientos muertos... bueno, todos estamos sufriendo todavía la conmoción de lo ocurrido. España es el epicentro de todo lo ocurrido, pero los efectos han alcanzado todo el mundo. Es algo lamentable pero inevitable, a menos que se estableciese una censura intolerable en un estado democrático. Esto es lo que buscaban los responsables de la masacre.

Ser consciente de todo esto, tener conocimiento acerca del funcionamiento de estas situaciones ayudará a no resultar fácilmente manipulado por aquellos que quieren imponer su voluntad a través de la violencia, vengan de donde vengan.
 

El momento elegido.
 

El epítome del terrorismo sigue siendo el ataque a las torres gemelas en Nueva York, el 11-S. Incluso la correspondencia de fechas, ambos atentados cometidos un día 11, aunque sean meses diferentes, hace que este asunto sea susceptible de recibir una interpretación propagandística, aunque en el caso de Madrid, parece tener mayor peso el hecho de que las elecciones generales se hallaran tan próximas al momento de los atentados.

Esto parece cobrar cada vez más peso. Poco después de los atentados, un medio londinense que ya había servido otra vez como forma de difusión de los comunicados de Al Qaeda recibía un e-mail en el que la organización fundamentalista se adjudicaba la responsabilidad de los atentados. El día 17 de marzo, con las elecciones ya concluidas, el mismo medio recibía un nuevo comunicado en el que se informaba de la “suspensión de atentados” en el territorio español, suspensión que duraría, como mínimo hasta saber cuáles serían las consecuencias del cambio de Gobierno en la política exterior de España. Particularmente, en el mantenimiento del apoyo ofrecido por el Gobierno saliente a los Estados Unidos, y la permanencia de las tropas españolas estacionadas en Irak.

Con menos de cuarenta y ocho horas antes del inicio de la jornada de reflexión, las fuerzas políticas no tenían apenas ninguna manera de reaccionar ante tan dramática situación. La única solución que encontraron fue la de suspender de inmediato la campaña electoral para sumarse a una condena unánime contra los ataques terroristas. De todos modos, encontraron formas de canalizar, aunque fuese de manera indirecta, algunos de los actos realizados durante los días siguientes a los atentados. Todo ello a fin de minimizar los golpes políticos que seguro iban a recibir. Respondieron a la propaganda de los atentados con su propia contrapropaganda.

Propaganda y contrapropaganda.

Se trata de los métodos empleados para neutralizar los efectos de la propaganda del adversario. En todo este asunto, del que tantas cosas siguen sin estar claras, hay varios casos que pueden ser calificados como contrapropaganda.

Después de que Arnaldo Otegi hubiese hecho unas declaraciones en las que descartaba la responsabilidad de ETA en los atentados, el Ministro de Interior, Ángel Acebes hizo su comparecencia ante los medios de comunicación para explicar el desarrollo de los acontecimientos, tal y como ya se ha explicado con anterioridad. Esquivando la posibilidad de que la autoría fuese la de un grupo árabe, Acebes acusó ferozmente a ETA de ser responsable de la carnicería, repitiendo esta afirmación varias veces a lo largo de la comparecencia.
 

Cuando el presidente del Gobierno, José María Aznar, hizo unas declaraciones algunas horas más tarde, se mostró mucho más moderado a la hora de indicar la hipotética identidad de los responsables. En ningún momento hizo referencia a ETA, hablando de los autores en términos como “asesinos” y “terroristas”.

Fue después de que Aznar hiciese su declaración, según las fuentes oficiales, cuando las fuerzas de seguridad encontraron la famosa furgoneta que contenía los detonadores y versículos del Corán. Hasta ese momento, las pruebas por las que se guiaban los investigadores eran de carácter circunstancial; las recientes detenciones de etarras que se dirigían a Madrid con varios centenares de kilos de explosivos y los pasados intentos de atentar en la misma ciudad durante las pasadas Navidades apuntaban a un nuevo intento de la banda terrorista de atentar en la capital.

Acebes explicó el hallazgo de la furgoneta y su contenido tras la declaración de Aznar, por lo que el presidente no podía saber que estaba a punto de abrirse una nueva línea de investigación. Pero dado el fervor y compromiso que el presidente Aznar ha mostrado en su lucha contra el terrorismo de ETA a lo largo de sus dos legislaturas, es un tanto extraño que no mostrara una ferocidad en sus declaraciones semejante a la de su Ministro de Interior. Posiblemente decidió mostrarse más cauto. Posiblemente.

De todos modos, desde el anuncio de Acebes de que sin apenas ninguna duda, los asesinos eran miembros de ETA, hasta el momento en el que anunció la nueva posibilidad, la de Al Qaeda, habían transcurrido casi doce horas. Ese fue el tiempo que estuvo calando entre la ciudadanía la idea de que los responsables eran los de siempre, aquellos a los que combatía el gobierno, y que gracias a las acciones policiales de los últimos años, estaban contra las cuerdas. Para cuando Acebes habló de la posibilidad de Al Qaeda, de una forma mucho menos comprometida que cuando asumía que se trataba de ETA, gran parte de la población estaba ya convencida de que los responsables eran los etarras.

Pero para ser sinceros, la responsabilidad no repercute únicamente en el Gobierno. La mayor parte de medios de comunicación compartía la creencia del ministro de Interior. Las portadas de las ediciones especiales de varios de los periódicos del día once declaraban que ETA era la responsable. Muchos de los articulistas de opinión no esperaron a tener ningún tipo de confirmación, así como multitud de tertulianos televisivos y radiofónicos. Su error es completamente comprensible, pero es nuestra opinión que deberían haberse mostrado un poco más cautelosos antes de comenzar un rumbo de acción erróneo. Ese era su deber como periodistas.

Pero volvamos al Gobierno. El día doce de marzo se convocó una manifestación para mostrar la indignación, la ira y el dolor por lo que había ocurrido el día anterior, y también para dejar claro que la población no se dejaría amedrentar, que los terroristas no iban a ganar cometiendo sus crímenes.

Se trataba de una manifestación institucional, convocada desde el Gobierno, y a cuya cabecera figuraban algunas de las figuras más importantes de la política nacional; el presidente del Gobierno, dirigentes de los principales partidos políticos, de los sindicatos... incluso el príncipe Felipe se hallaba presente, siendo esta la primera vez que un miembro de la Casa Real toma parte en una manifestación. La cantidad de manifestantes fue la mayor que se ha visto desde la Transición. No hubo ninguna declaración conjunta por la dificultad que entrañaba poner de acuerdo a tantos partidos y fuerzas políticas en una declaración conjunta.

Semejante despliegue iba encabezado por una pancarta, sujetada por las figuras importantes antes mencionadas, que mostraba el siguiente mensaje: “Por las víctimas, con la Constitución y contra el terrorismo”. Los tres puntos son muy loables y dignos de admiración, pero a nuestro entender, la referencia a la Constitución mantiene un doble sentido en esta situación.

Esa referencia puede entenderse como un gesto de adhesión a la democracia que defiende nuestra Carta Magna, pero esa no es la única interpretación posible. Después de todo, la Constitución es uno de los pilares sobre los que se asienta la lucha contra el terrorismo de ETA. También es el objeto de controversia por el plan del Lehendakari vasco Juan José Ibarretxe. No parece demasiado descabellado aventurar la suposición de  que la mención a la Constitución fue una aceptación tácita de que la autoría era de ETA, o cómo mínimo, que la posibilidad de que así fuese era todavía muy grande. Después de todo, este país ha sufrido el azote del terrorismo durante décadas.

Pero queda la duda de que no se estuviese tratando de desviar la atención de que Madrid hubiese sufrido un atentado de Al Qaeda, algo sobre lo que ya se había advertido podía ocurrir desde el momento en que el Gobierno apoyó, en contra de la opinión mayoritaria de los ciudadanos a los que representan, el ataque de Estados Unidos contra Irak.

Igualmente se puede discutir acerca de la manifestación congregada frente a la sede del Partido Popular en Madrid. La manifestación se llevó a cabo durante la jornada de reflexión previa a las elecciones generales que se celebrarían al día siguiente. Esto motivó justificadas protestas por parte de los altos cargos del Partido Popular, que veían a los manifestantes que había frente a su sede como “delincuentes” que estaban violando la Ley Electoral.

 Los manifestantes se defendían de dichas acusaciones a su vez al afirmar que su presencia en la calle Génova (donde se encuentra situada la sede del Partido Popular) no respondía a un acto electoral, sino a una protesta por un presunto intento de manipulación de la opinión pública por parte del Gobierno, que intentaría negar las evidencias que apuntaban a Al Qaeda para evitar verse afectados en las elecciones.

En este tema fue relevante la presencia de los medios de comunicación. Porque no hubo, o apenas, al menos, medios nacionales. Los manifestantes se quejaban de una presencia de numerosos miembros de los medios de comunicación extranjeros, pero de los españoles, apenas había cobertura. Algún periodista que había ido por su cuenta para tratar de cubrir el acto por si acaso su empresa decidía emitirlo. Cámaras que permanecían pasivamente con sus equipos apagados, sin tomar ninguna toma de algo que, para bien o para mal, era una noticia importante. En la mayoría de medios hubo muchas más imágenes de Mariano Rajoy acusando a los manifestantes de delincuentes y amenazándoles con emprender acciones legales contra todos los congregados frente a la sede de su partido que las imágenes de los manifestantes propiamente dichas.

Cuando se trata de política, todas las declaraciones, actitudes y acciones suelen estar calculadas con bastante exactitud. Pero a lo largo de los días transcurridos desde los trágicos atentados de Madrid, los acontecimientos se han visto sometidos a un ritmo vertiginoso, se han acelerado hasta que dio la impresión de que realmente no había ningún control sobre como se estaban desarrollando. Esto ha hecho más difícil para todos los participantes el mantener la compostura.

Los medios de comunicación y su cobertura.

Como cabe esperar, los medios de comunicación de masas en nuestro país han dedicado mucho tiempo y espacio a esta noticia y a sus consecuencias, que es, sin ninguna duda, el acontecimiento de mayor gravedad ocurrido en España en años. Transcurridos unos pocos minutos desde el momento de las primeras explosiones ya había presencia de la prensa en alguna de las estaciones afectadas, principalmente por parte de periodistas que habían acudido por iniciativa propia. En muy poco tiempo había un despliegue impresionante de medios, nacionales y extranjeros, en toda la zona.

Con la confusión todavía reinante, los datos ofrecidos por diversas emisoras de radio y televisión variaban ampliamente de una a otra. Las cifras del número de fallecidos y de las explosiones que habían tenido lugar no eran unánimes. En este sentido, Telemadrid fue la que parecía estar adelantada respecto a todas las demás emisoras. También fue la que más se comprometió a seguir la noticia, sustituyendo toda su programación habitual por un seguimiento detallado de los acontecimientos e incluso eliminando toda la publicidad preparada para ser emitida el día once. Otras cadenas decidieron no seguir su ejemplo, o no pudieron hacerlo. A lo largo de aquel fatídico día, y de los que siguieron, muchos telespectadores pudieron observar con cierta molestia, como individuos que normalmente se dedican a discutir apasionadamente sobre qué famoso se acuesta con quién, y otros temas de similar envergadura, se explayaban largo y tendido sobre temas de terrorismo y política internacional.

En el estudio de la propaganda existe un concepto llamado Unanimidad de contagio. Esto se refiere al hecho de que las masas que todavía no tengan una decisión formada sobre un tema, o que su decisión sea poco firme, pueden verse arrastradas por la opinión de un grupo más decidido, que no tiene que ser necesariamente mayoritario. Por ejemplo, si en un auditorio donde hay unas cien personas, veinte de ellas se ponen a aplaudir tras el discurso de un orador, se puede predecir de manera bastante fiable, que al menos otras treinta o cuarenta personas se les unirán en el aplauso, aunque no lo hubieran iniciado por sí mismos.

Cuando el auditorio incluye toda la nación, a varios millones de personas, los medios de comunicación asumen a menudo la función de ese grupo que arrastra a los demás hasta su punto de vista. La tiranía de la comunicación, de Ignacio Ramonet, es un libro dedicado al análisis del proceso de manipulación que sufre la población por parte de los medios de comunicación de masas. En el momento en el que pone a explicar cuál es el nuevo papel otorgado a los periodistas podemos leer lo siguiente:

“(Ahora) lo importante son las imágenes del acontecimiento sobre el cual, como en un partido, no hay gran cosa que decir. El comentario es mínimo y el papel del presentador disminuye. El periodista se presta a añadir un mínimo de informaciones pues es la fuerza de la imagen lo que importa. Lo mismo que se puede seguir un partido suprimiendo el sonido, se pueden prácticamente seguir los acontecimientos suprimiendo los comentarios.(...) La televisión cree que ahora puede mostrar “la historia mientras se hace”; y que cada uno es lo suficientemente adulto como para comprenderla. Como si fuera suficiente ver un acontecimiento para comprenderlo. Por esto se abre paso una concepción de la información en la que cada vez se valora menos el trabajo del periodista”.

Ramonet dice que la función del periodista no es solo informar, sino también interpretar esa información a un público que podría no estar totalmente capacitado para captar todas las implicaciones de los datos que se le han ofrecido.

Pero llevar a cabo dicha tarea representa una enorme responsabilidad. Se trata de asegurarse de que se están manejando datos fiables, y de no ser así, hacérselo saber al público. Hay una diferencia muy grande entre informar y especular. Muchos tertulianos no parecen darse cuenta de ello, y hablaban con una seguridad que hacía que alguien se preguntara que sabrían ellos que los demás no supiéramos. En un momento tan cargado de tensión no se debería dar como hechos probados lo que por el momento es tan solo una teoría.

De la misma forma, para una correcta interpretación, hay que tratar los datos con honestidad, evitando tergiversaciones de los mismos con ánimo de dirigir las opiniones y actitudes del público

Reflexiones sobre la dimensión propagandística de los atentados.

Un análisis de la actuación del Gobierno durante las primeras horas tras los atentados nos lleva a encontrarnos con varias contradicciones, y las explicaciones dadas hasta el momento resultan como mínimo cuestionables.

Para empezar, hay una diferencia muy apreciable entre el convencimiento con que Ángel Acebes, ministro de Interior, afirmaba tajantemente que no tenía ninguna duda sobre la autoría de ETA, pero añadiendo a su vez, que no se descartaban otras posibilidades. Esto se hacía en las primeras declaraciones oficiales sobre los atentados, que fueron anteriores al informe elaborado por el Centro Nacional de Información. Este informe exponía que la responsabilidad apuntaba hacía la banda terrorista ETA.

Cuando el día 18 de marzo el susodicho informe fue desclasificado en un intento del Gobierno de salvar su credibilidad, se apoyaron en el mismo para defender su posición sobre quién había cometido los crímenes. Pero resulta difícil creer que las declaraciones de Acebes estuviesen basadas en un informe que no se elaboró hasta después de su comparecencia ante los medios de comunicación.

Además, la ministra de Asuntos Exteriores hizo enviar telegramas a los embajadores españoles en los que se les confirmaba la implicación de ETA en los atentados, apoyándose en los análisis realizados la los explosivos hallados en una furgoneta. Esos análisis no eran ni mucho menos concluyentes. Incluso cuando se descubrió que los explosivos y detonadores dentro de la mochila bomba desactivada coincidían con los que se encontraron en la misma furgoneta que contenía los versos del Corán, los miembros del Gobierno seguían insistiendo en que los atentados fueron causados por ETA.

Pero a medida que las pruebas que avalaban la fuente del atentado como terrorismo fundamentalista islámico se iban acumulando, llegando al punto de empezar las detenciones de algunos sospechosos de nacionalidad marroquí e india, la actitud del Gobierno pasó a ser de una mayor cautela.

Se mostraron muy cuidadosos a la hora de valorar estas pruebas, indicando que todavía no había nada definitivo, e incluso con cierto escepticismo ante los comunicados de Al Qaeda recibidos por un periódico londinense, que ya había servido en anteriores ocasiones como medio de difusión de la organización terrorista de Osama Ben Laden.

A medida que todo va señalando cada vez con mayor claridad al fundamentalismo islámico, el Gobierno sigue insistiendo en el carácter provisional de estas teorías, y que siguen sin descartar ninguna otra posibilidad.

¿Por qué esa diferencia de actitud, dependiendo de la teoría? Cuando apenas había nada sobre lo que apoyarse para una teoría válida, sostuvieron con plena seguridad que se trataba de un atentado de ETA, pero insisten en no dar nada por concluyente cuando se van acumulando las evidencias que determinan a alguno de los grupos relacionados con Al Qaeda como el verdadero responsable.

Observando la unanimidad con la que medios de comunicación y fuentes oficiales difundían la absoluta seguridad de que se trataba de un atentado de ETA, parece como si hubiese algún tipo de consigna que no dejara lugar a la duda o a otras posibilidades.

En la teoría de la Comunicación se estudia un fenómeno denominado Espiral del silencio. Se trata de explicar lo siguiente: cuando una idea de cualquier tipo es defendida por una gran mayoría, aquellos que disienten de esa idea se encuentran en cierto modo aislados. Ese aislamiento ejerce presión sobre ellos hasta el punto en el que no se atreven a expresar su desacuerdo, o incluso a aceptar la opinión de la mayoría a fin de no sentirse excluido.

A la vista de lo sucedido, es factible efectuar una hipótesis sobre un intento del Gobierno de crear una espiral del silencio sobre la idea de que ETA era responsable de la masacre. Apoyar las tesis del Gobierno significaría apoyar la lucha antiterrorista y facilitaría la captura de los responsables. No apoyar sus tesis equivaldría a mostrarse desleal y entorpecer la investigación al añadir más confusión a una ciudadanía todavía atónita.

En esa situación, las tesis de Al Qaeda serían fácilmente desdeñadas de cara a la opinión pública. Otra cosa muy distinta es como se estuviese desarrollando realmente la investigación, que a vista de las informaciones que van surgiendo, parece ser que estuvieron dando peso a la posibilidad de terrorismo islámico mucho antes de que las declaraciones de los miembros del Gobierno comenzaran a decantarse en esa dirección.

Independientemente de que esta espiral del silencio fuese causada de forma deliberada o por una simple precipitación del Gobierno al atribuir responsabilidades sin pruebas de ningún tipo, de haberse mantenido durante dos días más, habría significado un resultado electoral muy distinto al que hemos podido ver.

Pero esto no ocurrió. Las detenciones de individuos provenientes de Marruecos y la India hicieron que la población comenzara a dejar de lado las teorías oficiales y comenzara a plantearse seriamente la probabilidad de un ataque de Al Qaeda. Esto remitió a los votantes a los recuerdos de las grandes manifestaciones en contra del apoyo que el Gobierno español daba al presidente de los Estados Unidos en su intento de conseguir el respaldo internacional a la planeada invasión de Irak.

Ya entonces, entre los argumentos esgrimidos en contra de la actuación del Ejecutivo, se barajó que el apoyo de España a una invasión por lo demás injusta significaría poner a nuestro país en el punto de mira de organizaciones terroristas islámicas.

Con el recuerdo de dichas advertencias todavía recientes, la población española acudió a las urnas. Y los partidos políticos, atados de pies y manos por ser jornada de reflexión, no pudieron reaccionar ante esta cadena de acontecimientos.

Tras las elecciones, los mayores partidos políticos niegan la influencia de los atentados en el voto de los españoles. El Partido Popular niega que su derrota se deba a un castigo electoral por parte de una población que lo hace responsable de llevar a España a convertirse en blanco de atentados como este. El Partido Socialista Obrero Español, a su vez, rechaza que su victoria se deba más a una negativa de muchos españoles de continuar viendo al Partido Popular en el poder que a un apoyo legítimo a su propio partido.

Bien, esas declaraciones no deberían sorprender a nadie. Tras unas elecciones, todos los partidos que han presentado candidato tienen costumbre de valorar los resultados de forma positiva, aunque se trate de un fracaso estrepitoso. Este caso no ha sido diferente.

En lo que se refiere a las intenciones propagandísticas de los terroristas con los ataques del 11-M, tampoco hay convencimiento acerca de las consecuencias que buscaban provocar con los atentados. Philip Gordon, que durante la administración Clinton fue asesor de las relaciones de Estados Unidos con Europa, afirmó en una entrevista que el resultado electoral parecía directamente relacionado con los atentados, lo que suponía una victoria de Al Qaeda, y la conclusión de que la organización terrorista realmente puede derribar gobiernos a través de sus métodos.

Por el contrario, Susan George, presidenta del Observatorio de la Mundialización, negaba que la elección de la fecha de los atentados hubiese sido escogida a fin de alterar el desenlace de las elecciones generales. En su lugar, plantea la hipótesis de que se hubiese seleccionado la fecha por el carácter simbólico que tendría por su coincidencia de los archiconocidos ataques a las torres del World Trade Center. Para ella, hablar de la victoria electoral del PSOE como un triunfo del terrorismo es la forma que tiene la administración Bush de intentar evitar el distanciamiento del nuevo gobierno español respecto a la mantenida hasta el momento por el gobierno saliente.

 

El terrorismo como forma de propaganda.

El terrorismo como forma de propaganda.

Mil Gracias a mi amigo y colega Jorge Amorós por su ayuda para  la elaboración de este artículo.

Todavía están muy recientes en el recuerdo de todos nosotros, y aún lo estarán durante mucho tiempo, las terribles imágenes del 11-M. Son realmente trágicas y brutales, algo que nunca había pasado, y de una magnitud inimaginable hasta el momento en nuestro país. Es imposible no sentirse conmovido ante la visión de algunas escenas realmente terribles.

Y la extensa y exhaustiva cobertura informativa que se le ha dado a este atentado terrorista sin precedentes en nuestra historia ha sido constante desde el primer momento, atendiendo a todos los detalles posibles que pudieran ser de interés para cualquier sector de la población. Desde el primer momento todos los que se mantenían pegados al televisor o a la radio estaban pendientes del desarrollo inmediato de los acontecimientos, con datos que surgían y cambiaban a velocidad vertiginosa con toda la intensidad del momento, como el número de fallecidos o la cantidad de bombas que habían estallado, o las que se iban encontrando a lo largo de las horas siguientes y a las que se procedió a neutralizar con explosiones controladas.
 

Poco después comenzaban las preguntas sobre la autoría. Ángel Acebes comparecía ante la prensa para afirmar que apenas había alguna duda, si es que había alguna, de que la responsabilidad de los atentados recayese sobre la banda terrorista ETA. Poco antes, Arnaldo Otegi había hecho público un comunicado en el que aseguraba que la ETA no estaba tras la masacre, apuntando en la dirección de algún tipo de organización islámica. Esta declaración fue desdeñada sin ninguna duda por el portador de la cartera de Interior, calificando a Otegi de miserable. Pero aun así, con toda la seguridad que afirmaba tener acerca de la identidad del grupo autor de los atentados, no descartaba ninguna otra posible teoría ni línea de investigación. Cabe preguntarse acerca de la seguridad que realmente tenía, puesto que a lo largo de las cuarenta y ocho horas siguientes los acontecimientos se decantaron de una forma que en apariencia, refuta por completo las declaraciones iniciales del ministro de Interior.

Como los efectos de una piedra golpeando la superficie de un estanque de agua, la cobertura informativa de los acontecimientos se iba extendiendo paulatinamente a todo lo que rodeaba el atentado. Pronto comenzábamos a ver las reacciones ciudadanas de solidaridad, las enormes colas que se formaban frente a los puestos móviles de donación de sangre, la colaboración inmediata de los vecinos residentes en los alrededores de las estaciones afectadas por los atentados, el personal médico y sanitario de todo tipo que había acudido espontáneamente a donde eran necesarios. 
 

A medida que los heridos iban siendo trasladados a los diferentes hospitales de Madrid, la atención de los medios informativos se centraba en estos centros sanitarios y en los lugares habilitados para facilitar información a personas que pudiesen albergar alguna duda acerca de amigos y familiares que pudiesen haber sido afectados por los atentados.
 

Una vez trasladados todos los heridos y fallecidos de los trenes, y una vez asegurada la zona, el interés de los medios de comunicación se fue trasladando a su vez. Ahora la atención estaba copada por la investigación y las reacciones de diferentes fuerzas políticas, primero nacionales, y después internacionales, con declaraciones del secretario general de la ONU, Kofi Annan, de mandatarios de otros estados, como el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, todos ellos expresando su condena a los atentados, y del Parlamento Europeo, que declaró el día 11 de marzo como Día de las Víctimas del Terrorismo. Las ondas sobre la superficie del estanque continuaban extendiéndose.

Dimensión propagandística del terrorismo.
 

Al igual que el ministro de Interior, la mayoría de declaraciones formuladas por parte de miembros de las autoridades, o de las figuras relevantes en la orientación de la opinión pública, como los periodistas, se decantaron por hablar de un atentado de ETA antes de que se hiciese público el hallazgo de las pruebas que comenzaban a apuntar en la dirección de Al Qaeda.

Es precisamente sobre esa orientación de la opinión de los ciudadanos y sobre los efectos que puede tener sobre ellos la información a la que todos se ven sometidos, de lo que se tratarán estas páginas.
 

Que duda cabe que toda esta impresionante cobertura informativa a la que se están viendo sometidos los acontecimientos del 11-M era uno de los efectos buscados por los autores. El terrorismo, sobre todo cuando se trata de un terrorismo indiscriminado, en el que no importa apenas la identidad, y sí la cantidad, de víctimas mortales, es un acto de propaganda, en el que se trata de condicionar la opinión y reacción de aquellos que se puedan sentir amenazados por los que han cometido semejantes crímenes.
 

En el libro Terrorismo, ideología y revolución, David Capitanchik cuenta:

“El fin del terrorismo, nacional o internacional, es asesinar a enemigos políticos, disuadir a enemigos potenciales y desestabilizar la sociedad”
 

En este caso concreto, difícilmente se pueden catalogar a cualquiera de las numerosas víctimas de los atentados como “enemigos políticos” de Al Qaeda o cualquier otro grupo islamista relacionado con la organización de Osama Ben Laden. Pero es muy fácil hacer conjeturas acerca de la función de disuasión y desestabilización que se esconde detrás de estos actos terroristas. La derrota electoral del Partido Popular en unas elecciones generales celebradas tan solo tres días después de los atentados ha sido el primero y más evidente resultado, desde el punto de vista propagandístico. La anunciada retirada de las tropas españolas destinadas a Irak, caso de realizarse, sería otra gran consecuencia. Si bien es cierto que esta retirada ya había sido una de las promesas electorales del PSOE durante la campaña, también lo es que si se produce, será presentada ante los simpatizantes de Al Qaeda como un triunfo de los terroristas. Lo mismo ocurrirá con otras naciones, como Estados Unidos, donde varios de los periódicos de mayor tirada, como el Washington Post, ya han interpretado esta reacción como un derrocamiento del gobierno por parte de los terroristas.
 

De manera que tenemos claro que hay una función propagandística en las acciones perpetradas por los terroristas. Pero antes de incidir más en el tema se hace necesario establecer algunas aclaraciones sobre el concepto de propaganda, así como de sus diferentes formas de llevarse a cabo.

Alejandro Pizarroso Quintero, en su libro Historia de la Propaganda, defiende como la más precisa de entre las definiciones propuestas la siguiente:

“Propaganda es la expresión de una opinión o una acción por individuos o grupos, deliberadamente orientada a influir opiniones o acciones de otros individuos o grupos para unos fines predeterminados”.

Comparando esta definición con la afirmación de Capitanchik acerca de los fines buscados por el terrorismo encontramos paralelismos. La disuasión de enemigos potenciales y la desestabilización social son compatibles con influir opiniones o acciones para fines predeterminados.
 

Propaganda también puede ser una forma de interpretar lo desconocido. Las declaraciones de Ángel Acebes responsabilizando a ETA de los atentados del 11-M, sin tener verdaderas pruebas de ello, son una forma de propaganda. A nadie se le escapaba que aceptar que pudiera tratarse de un atentado de Al Qaeda como algo más que una de las posibilidades que “no se descartaban” le podría suponer un duro golpe al Partido Popular. Por otra parte, caso de tratarse realmente de un atentado de ETA, el resultado de las elecciones del día 14 hubiese sido completamente diferente. Lo mismo que si la identidad de los autores no hubiese sido conocida hasta después de las elecciones. Ante la duda, la mayoría de la población se inclinaba, comprensiblemente, por asumir que la responsabilidad recaía sobre la banda terrorista vasca.

Modelos de propaganda.

Pizarroso distingue tres tipos básicos de propaganda: propaganda blanca, propaganda negra y propaganda gris.

El primer caso, el de la propaganda blanca, hace referencia a una situación en la que la fuente se encuentra correctamente identificada y el mensaje no deja lugar a dudas. Es el caso que podemos apreciar en cualquier cartel electoral. En una situación aplicada al terrorismo, es cuando ETA efectúa un comunicado en el que se hace responsable de alguno de sus asesinatos, y las fuerzas policiales no tengan ninguna duda acerca de la veracidad de dichos comunicados. En el caso de demostrarse la autenticidad de la cinta de vídeo con el mensaje grabado que daba la autoría del crimen a alguno de los grupos vinculados con Al Qaeda también nos hallaríamos ante uno de estos casos.

La propaganda negra se da cuando, independientemente de la veracidad del mensaje, la identidad de la fuente ha sido falsificada. Si los autores del atentado fueran los mismos que dejaron la cinta de vídeo pero no fuesen fundamentalistas islámicos, entonces estaríamos ante uno de estos casos. No es infrecuente el que algún grupo terrorista lleve a cabo estas acciones, a fin de orientar la opinión pública en contra de alguno de sus enemigos. Se puede observar esto en varios de los conflictos que se han llevado a cabo en Latinoamérica, donde a menudo guerrillas y paramilitares se acusan mutuamente de ser los autores de alguna atrocidad en particular. De todos modos, no parece que ese sea el caso de los atentados del 11-M.
 

El último de los tres tipos básicos es la propaganda gris. En esta categoría, se da una situación en la que independientemente de una correcta o incorrecta identificación de la fuente, el mensaje emitido por la misma es falso, o cuanto menos, inexacto. Esto era lo que desde un primer momento se defendía desde el gobierno, afirmando que los comunicados de Otegi de que ETA no era responsable de la masacre eran rotundamente falsos, difundidos con el único ánimo de sumar confusión a un ambiente ya sumamente caótico, en el que las preguntas se multiplicaban y la sociedad se encontraba atemorizada y más que confusa por la enormidad de lo que acababa de ocurrir.

Proximidad.
 

Haciendo un análisis de lo anterior, y asumiendo que tal y como afirman las autoridades, la teoría con mayor peso es la de que Al Qaeda o alguna de sus  organizaciones fundamentalistas islámicas aliadas se encuentran tras las bombas, nos hallaríamos ante un caso de propaganda blanca y de carácter internacional. Puesto que el destinatario del mensaje, es decir, aquellos que deben sentirse atemorizados, no es únicamente la sociedad española. Se trataría de todos aquellos que están implicados en  la “Guerra contra el Terror” mantenida por los Estados Unidos y que les ha servido de justificación para acciones tales como la más que cuestionada invasión de Irak. Sociedades y gobiernos de todas partes se sienten amenazados y están multiplicando sus medidas de seguridad para evitar que lo ocurrido en Madrid el 11-M se repita en otras ciudades, así como reavivar el debate sobre la legalidad de la ocupación de Irak por parte de fuerzas internacionales.

Para lograr semejantes efectos, los terroristas han tenido que cometer un atentado que no fuese sólo de una escala desconocida en nuestro país, que ya se encuentra desgraciadamente acostumbrado al tiro en la nuca y al coche bomba. Se trataba de cometer un atentado de esta magnitud en occidente.
 

Desde los ataques del 11-S a las torres del World Trade Center, no había habido otro atentado de gran magnitud en Estados Unidos ni en Europa. Y aunque podría parecer lo contrario, para los terroristas que deseen una mayor cobertura informativa a través de la cual difundir su mensaje, no les basta con elevar el número de muertes que provocan sus atentados. Deben hacerlos de forma que haya una cercanía entre las víctimas y aquellos a los que va destinado el mensaje, la amenaza.

Esto es muy fácil de demostrar. Cuando en España se oye de algún atentado cometido en Irak contra ciudadanos iraquíes, apenas despierta un poco de interés en los medios, apenas algo más que el que crea el incesante goteo de muertos que hay en el conflicto Israel-Palestina. A menos que se trate de atentados que causen una atroz cantidad de víctimas, en cuyo caso se dará la información con mayor detenimiento. Pero si los muertos son occidentales, hay una sensación de proximidad mucho mayor, se muestra mayor interés y preocupación, y los medios ofrecen información más detallada acerca de estos casos.

Cuando los atentados tienen lugar ya sobre un territorio que nos resulte cercano, tanto geográfica como culturalmente, los efectos son exponencialmente mayores. En caso de ser atentados cometidos en el propio territorio, sobre todo si es en la capital, y con un resultado que alcanza los doscientos muertos... bueno, todos estamos sufriendo todavía la conmoción de lo ocurrido. España es el epicentro de todo lo ocurrido, pero los efectos han alcanzado todo el mundo. Es algo lamentable pero inevitable, a menos que se estableciese una censura intolerable en un estado democrático. Esto es lo que buscaban los responsables de la masacre.
 

Ser consciente de todo esto, tener conocimiento acerca del funcionamiento de estas situaciones ayudará a no resultar fácilmente manipulado por aquellos que quieren imponer su voluntad a través de la violencia, vengan de donde vengan.

El momento elegido.
 

El epítome del terrorismo sigue siendo el ataque a las torres gemelas en Nueva York, el 11-S. Incluso la correspondencia de fechas, ambos atentados cometidos un día 11, aunque sean meses diferentes, hace que este asunto sea susceptible de recibir una interpretación propagandística, aunque en el caso de Madrid, parece tener mayor peso el hecho de que las elecciones generales se hallaran tan próximas al momento de los atentados.

Esto parece cobrar cada vez más peso. Poco después de los atentados, un medio londinense que ya había servido otra vez como forma de difusión de los comunicados de Al Qaeda recibía un e-mail en el que la organización fundamentalista se adjudicaba la responsabilidad de los atentados. El día 17 de marzo, con las elecciones ya concluidas, el mismo medio recibía un nuevo comunicado en el que se informaba de la “suspensión de atentados” en el territorio español, suspensión que duraría, como mínimo hasta saber cuáles serían las consecuencias del cambio de Gobierno en la política exterior de España. Particularmente, en el mantenimiento del apoyo ofrecido por el Gobierno saliente a los Estados Unidos, y la permanencia de las tropas españolas estacionadas en Irak.

Con menos de cuarenta y ocho horas antes del inicio de la jornada de reflexión, las fuerzas políticas no tenían apenas ninguna manera de reaccionar ante tan dramática situación. La única solución que encontraron fue la de suspender de inmediato la campaña electoral para sumarse a una condena unánime contra los ataques terroristas. De todos modos, encontraron formas de canalizar, aunque fuese de manera indirecta, algunos de los actos realizados durante los días siguientes a los atentados. Todo ello a fin de minimizar los golpes políticos que seguro iban a recibir. Respondieron a la propaganda de los atentados con su propia contrapropaganda.

Mi Conferencia de Mañana (lo que trataré de decir)

Mi Conferencia de Mañana (lo que trataré de decir) La Amenaza del Terrorismo:

 

El terrorismo, como el Demonio: tiene mil nombres

 

-         Dominación por el Terror. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.  (RAE y Julio Casares)

-         Joan Corominas (Diccionario Etimológico) lo relaciona con las palabras terror, y terrorista.

-         Uso de la violencia, particularmente la comisión de atentados, como instrumento político (María Moliner).

-         David Capitanchik, en su libro Terrorismo, ideología y revolución, decía que el fin del terrorismo es asesinar a enemigos políticos, disuadir a enemigos potenciales y desestabilizar a la sociedad. Un problema del terrorismo es que se puede mirar desde muchos puntos de vista: Para las víctimas y sus familiares es una injusticia que les ha afectado en sus vidas para siempre. Para un político es un enemigo, pero también puede ser una oportunidad para permanecer en el poder como única solución a ese fenómeno. Para un periodista es una noticia, un hecho que ocurre en la sociedad que tiene que interpretar y contar a los demás… Lo primero que tengo que decir es que, al estudiar el fenómeno del terrorismo, un analista deja la política fuera. No está estudiando lo que se debe hacer para evitarlo, qué partido puede hacerlo mejor, ni está discutiendo con otros quién es el culpable de un atentado: Está analizando un fenómeno que se da en la sociedad para conocerlo, y al conocerlo saber cómo enfrentarse a él. Para un sociólogo el terrorismo es un fenómeno social, algo que ocurre en la sociedad, y que destaca por su nivel de victimización: La cantidad de víctimas (de muertos y heridos) que causa. Sin embargo, en la Sociología, el terrorismo es un fenómeno marginal: Otros fenómenos que se caracterizan por crear víctimas crean más: los accidentes de coche, la violencia doméstica (en España). Hasta el 11 de Septiembre, el acto terrorista que causó más muertos se dio en la Revolución Iraní, una bomba en un cine que mató a más de 400 personas.

Para un militar o para un policía el terrorismo es una forma de lucha: Puede ser una táctica, por ejemplo un modo de enfrentarse a un ejército invasor, o puede ser una estrategia: Una sucesión de actos violentos que cree miedo en la población (opinión pública) y que condiciones la política, por ejemplo, de un país. Se suele confundir en este caso con la guerra de guerrillas, pero hay diferencias en el modo de actuar. Un grupo guerrillero o un ejército regular pueden cometer actos terroristas en momentos dados, (por ejemplo en la Guerra Civil Española o en la Segunda Guerra Mundial se efectuaron los llamados bombardeos de terror sobre poblaciones civiles, y   tras la Guerra del Golfo, dos Coroneles del Ejército Popular Chino (Qiao Liang y Wang Xianghui ) escribieron un libro La Guerra Más allá de las Normas, en el que proponían que la única forma de parar a los Estados Unidos, en caso de Guerra, era luchar de todas las formas conocidas y en todos los lugares posibles incluso cometiendo atentados terroristas en su territorio.

En esencia, dicen que China debe sentirse libre de pelear las guerras en cualquier forma posible, sin desechar de antemano medios rechazados por acuerdos y códigos desarrollados durante décadas por las potencias occidentales. La doctrina china debería abrazar el principio de la adición, sugieren los autores, en el que muchos métodos de guerra pueden -y deben-usarse en conjunto para lograr el desenlace deseado. Con base en esta premisa, delinean las siguientes formas en que se puede definir la guerra:

-         Militarmente: nuclear, convencional, bioquímica, ecológica, espacial, electrónica, terrorista, y de guerrillas.

-         Metamilitarmente: diplomática, psicológica, tecnológica, de redes información, de inteligencia, de contrabando, de drogas y simulada (la cual es conocida en Occidente como "disuasión").

 -         Extramilitarmente: de recursos, de ayuda económica, de sanciones, de medios de información, financiera, comercial, legal, e ideológica.

Sin embargo la forma de actuar de un Ejército o de un grupo guerrillero es distinta. Un grupo guerrillero buscará un enfrentamiento en condiciones determinadas, partiendo siempre con ventaja, y como un ejército, según ciertas normas. Por supuesto la capacidad de hacer daño de un grupo terrorista, o el número de miembros es muy inferior que las de un grupo guerrillero y, sobretodo, que las de un ejército regular.  

Durante el siglo XIX y principios del XX, grupos terroristas (anarquistas) definieron su acción como Propaganda (no publicidad) a través de los hechos, si entendemos por propaganda. Si entendemos por propaganda la expresión de una opinión por individuos o grupos que quieren influir opiniones o acciones de otros para fines determinados (Alejandro Pizarroso) estaríamos ante el terrorismo como una forma de comunicación, como una manera, a través de actos de violencia, de influir a la gente en sus opiniones y sus acciones para lograr algo.  Esa es la idea del Terrorismo como forma de propaganda que defendemos en 11M La Respuesta: Los terroristas, al hacer una matanza tratan de mandar un mensaje a la sociedad para conseguir su objetivo.

Otra forma que tienen quienes, apoyan el terrorismo, de disfrazar sus acciones es llamando al grupo terrorista Vanguardia Armada, y se explican diciendo que se distinguen porque representan una causa justa y a un gran número de personas oprimidas. Eso también se ha utilizado para confundir la guerra de guerrillas con el terrorismo, sin embargo el terrorismo no es otra cosa que una forma de luchar, distinta a la guerrilla, a la guerra convencional.  

El objetivo del terrorismo es infundir terror en la gente para lograr un objetivo. En EEUU y el Reino Unido, se ve esto como una forma de guerra de baja intensidad, mientras que en Europa (y en España) lo vemos como una forma de Crimen Organizado, aunque los fines de las mafias sea exclusivamente ganar dinero, frente a otros del terrorismo que pueden ser políticos o religiosos, por ejemplo. El terrorismo no es un acto político, ni siquiera un alto número de víctimas cambia el asunto. Sólo tiene valor simbólico y espectacular para su uso propagandístico, como fue la destrucción de símbolos del poder de los Estados Unidos o el ataque a las vías de comunicación en España, reconocida como punto de paso, de comunicación entre tres continentes.

La solución al fenómeno, es cosa de toda la sociedad, los políticos tienen que crear leyes que sean útiles para luchar contra el terrorismo y deben mantener una postura de firmeza frente al terrorismo, no dejándose engañar por ellos, pero accediendo a negociar cuando estén seguros de que los terroristas quieren dejar la violencia: Ninguna banda terrorista ha desaparecido sin negociar, cuando ha sido eliminada ha vuelto a reaparecer.

Los jueces deben aplicar la ley con rigor para asegurarse de que quienes han cometido actos terroristas paguen por sus crímenes, y que las víctimas sean compensadas por su sufrimiento. Las Fuerzas de Seguridad tienen que luchar con todas sus fuerzas contra el terrorismo, y sobretodo evitar que se cometan atentados anticipándose a los planes de los terroristas. Los medios de comunicación deben colaborar con las fuerzas de seguridad informando de los actos de terrorismo con rigor y cierto grado de imparcialidad. Esto no quiere decir que sean totalmente objetivos ante actos ilegales, lo cual está tipificado como un delito de apología del terrorismo.

La solución que puede aportar cada ciudadano es la colaboración (ni demasiado ni ninguna) con las Fuerzas de Seguridad (policía, Guardia Civil…), lo más normal es mantenerles informados si se ve a alguien sospechoso, avisarles cuando hay un atentado, y hacerles caso cuando hay una evacuación, no como en la del Bernabeu, que hubo que agarra a gente que empezó a hacerse fotos en el césped.

 

Ellos intentan darnos miedo para salirse con la suya, sin embargo no son capaces de obligarnos a todos a hacer lo que quieren.

 

 

La Política Antiterrorista

La Política Antiterrorista
  La política antiterrorista cambia recientemente, ante el cambio en la sensación de invulnerabilidad a la de vulnerabilidad de los Estados Unidos. Una consecuencia importante, más o menos generalizada, marcando un principio de cambio es la respuesta al acto terrorista.
La respuesta militar que dieron los Estados Unidos tras el 11 de Septiembre no es en absoluto novedosa, tiene antecedentes en Israel o Jordania frente a los palestinos. En este caso el 11 de Septiembre no fue más que una evolución del fenómeno desarrollado a la totalidad de sus consecuencias.
A partir de ello se articula una política antiterrorista internacional, o global, para dar respuesta a la estrategia de guerrilla terrorista que aúna las dos doctrinas antiterroristas:
La doctrina anglosajona data de los años 60 y 80, y considera el terrorismo como un acto de guerra de baja intensidad, al igual que la guerrilla. Para la lucha antiterrorista utiliza medios bélicos, en particular unidades especializadas en contrainsurgencia, operaciones antiterroristas y comandos de operaciones especiales que tuvieron su origen en la doctrina Kennedy de respuesta flexible, pensadas en tal caso para la contención de la Unión Soviética. En el caso anglosajón las unidades militares antiterroristas son los SAS británicos y australianos, así como las unidades Delta de las Fuerzas armadas de los Estados Unidos. El terrorismo como forma de guerra se supone así como un tipo de guerra, equiparable a la guerra química o la nuclear, y la respuesta tiende a la eliminación física del enemigo (asesinatos lícitos, selectivos, en asaltos a cuarteles, a campos de entrenamientos y sedes). También tiene sentido en esta doctrina el hecho de no negociar con terroristas, pues en la guerra convencional la búsqueda de negociación suele significar una forma de rendición, un síntoma de debilidad.  Un ejemplo claro de esta doctrina es la ocupación militar de Irlanda del Norte como respuesta al IRA, y las acciones antiterroristas del Servicio Aéreo Especial (SAS) británico.
Cabe decir que los actos de terrorismo que han sufrido los Estados Unidos a lo largo de su historia, al margen de los producidos por el terrorismo fundamentalista islámico, los ataques con coche bomba contra las Torres Gemelas, o los atentados del World Trade Center, han sido tratados como actos de crimen organizado. Si bien este terrorismo de extrema derecha, caso de las milicias o de la bomba de Oklahoma, o por razones religiosas o culturales (Unabomber) o económicas, como el francotirador de Washintong; son hechos aislados carentes de la continuidad necesaria para lograr un efecto a medio o largo plazo como el que tiene una estrategia terrorista; han sido tratados como actos de crimen organizado. Las Unidades Delta no asaltaron la casa de Timothy McVeiht o la cabaña de Unabomber (las unidades de las fuerzas armadas de los EEUU no pueden actuar en suelo de su propio país sin una autorización presidencial), sino que fueron unidades de policía vinculadas a agencias federales de seguridad, como el FBI o la ATF. Este doble rasero lo encontramos también en el  caso de John Walker, terrorista de nacionalidad estadounidense captado en los Estados Unidos por Al Qaeda y detenido en Afganistán para ser juzgado en su país.
La doctrina Europea Continental es distinta a la anglosajona, pese a las similitudes de los casos del Reino Unido con los vividos en el continente. Dicha doctrina considera al terrorismo como una forma de crimen organizado. La lucha antiterrorista la llevan a cabo los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado. Las medidas antiterroristas no son de carácter militar, sino jurídicas y éstas no están supeditadas a las Fuerzas Armadas. La doctrina antiterrorista europea continental combina la acción policial y jurídica con el objetivo de detener y juzgar a los terroristas, no para matarlos, y también es aplicable a la lucha contra otras formas de crimen organizado, como la lucha contra la Mafia que se lleva a cabo en Italia.
A excepción de Israel, países occidentales con presencia significativa de grupos terroristas no han usado las fuerzas armadas en la lucha antiterrorista. En su lugar utilizan cuerpos de policía militarizada, es decir cuerpos de seguridad con estructura y funcionamiento militar y operatividad como fuerza policial, pensados para estados de excepción o tiempos de guerra, como la Guardia Civil en España, la Gendarmería en Francia o los Carabineros en Italia. Estados que no cuentan con ese tipo de cuerpos de seguridad, como Alemania, crean unidades especiales de la Policía para combatir el terrorismo. En estos casos la estructura jurídica y judicial ha de adaptarse a la lucha antiterrorista, creando leyes especiales y regímenes especiales de reclusión y detención para dichos actos. En el caso español las unidades antiterroristas están divididas en los dos principales cuerpos de seguridad del estado: El Cuerpo Nacional de Policía cuenta con el Grupo Especial de Operaciones (GEO), así como la Guardia Civil tiene sus Grupos de Operaciones Especiales (GOE).
Los efectos del 11 de Septiembre han dado la razón a ambas corrientes, dada la peculiar naturaleza de Al Qaeda:
Frente a los grupos guerrilleros, como es la actuación de Al Qaeda en Afganistán, es válida la doctrina anglosajona, como demuestran los resultados de los combates en Afganistán. Además, las convenciones de Ginebra exigen deberes respecto al respeto a los derechos humanos a estos grupos guerrilleros, pero no les garantiza ningún derecho en una situación de guerra debido a entran en el colectivo de los  combatientes irregulares (guerrilleros, terroristas, mercenarios y espías).
Frente al terrorismo se impone la doctrina euro continental, a raíz de lo visto en la lucha contra Al Qaeda en el resto del mundo, así como los progresos en España de la lucha contra ETA.
El delito de terrorismo merece un tribunal especial debido a sus consecuencias internacionales, aunque se tratase de un terrorismo de tipo endógeno. De ahí que se propongan tribunales militares para os prisioneros de Al Qaeda, pero no para las terroristas captados en Estados Unidos, caso del mencionado John Walter.
En determinadas ocasiones las fuerzas armadas pueden combatir otro tipo de terrorismo vinculado a organizaciones guerrilleras, dice Europa, pero al contrario que en los EEUU se crean medidas judiciales específicas, como la búsqueda de vías de financiación.
Las vías de financiación, clave para la supervivencia y operatividad de una organización terrorista, suelen ser un entramado de empresas tapadera en países ajenos a aquellos donde el grupo actúa, ejemplo del entramado financiero de ETA, donde la principal red de empresas vinculadas estaba en Latinoamérica. En el caso de Al Qaeda, no sólo cuenta con la fortuna personal de Osama Ben Laden, durante la etapa de resistencia a la invasión soviética de Afganistán, Al Qaeda contaba con el apoyo económico de millonarios saudíes e integristas de diversos países musulmanes, e incluso del gobierno estadounidense, que aportaba dinero y armas a la resistencia afgana, ejemplo de los misiles antiaéreos portátiles Stinger para uso contra la aviación soviética. Antes de que finalizara la campaña de los Estados Unidos en Afganistán tenían apoyo del gobierno afgano, y se sospechaba del apoyo de los gobiernos iraní y libanés. Aun no se ha logrado demostrar vinculación alguna con el régimen de Sadam Hussein en Iraq, una de las razones que esgrimió la administración de George W. Bush para invadir el país y derrocarle. Hasta los sucesos del 11 de Septiembre, el gobierno talibán de Afganistán, probablemente a través de Al Qaeda, recibía apoyo financiero de los gobiernos de Pakistán y Arabia Saudí por razones geoestratégicas. A parte de ello se conoce la vinculación del banco Shalmal Bank con la red, así como de algunas sociedades de inversión, empresas agrarias y compañías de transportes.
 
Es por tanto la intercepción de estas redes de financiación, el que se congelen sus cuentas bancarias y las operaciones de anticipación de los servicios de información y las fuerzas de seguridad del estado la clave para detener y prevenir masacres como la del pasado día 11, en un marco de cooperación internacional y de coordinación de la lucha antiterrorista.